El dominicano – Víctor Salmeri

Cuando llegué a Puerto Príncipe a cumplir mi comisión como farmacéutico del Hospital Militar Reubicable, el primer profesional que conocí fue Víctor Salmeri.

Recientemente sus compañeros lo habían apodado “El Dominicano” y él parloteaba jocoso y feliz por el hecho; el porqué del apodo, “Un Negro Diferente”; quizás atendiendo al triste concepto generalizado de la humanidad de que una tonalidad un tanto más o muy oscura de la piel es sinónimo de inferioridad de especie.

Coincido parcialmente con ese criterio, sí, se lo nota diferente, pero no por su color de piel sino por su persona en sí. Durante la primera semana él era el farmacéutico en la práctica y yo algo así como su aprendiz, por dos importantes razones: nunca me había tocado estar en una farmacia hospitalaria y él tenía un dominio pleno del manejo de este sector del hospital, conocía casi al dedillo la existencia en cuanto a calidad, cantidad y ubicación del stock.
En la oficina de farmacia y sus depósitos reinaba un estado semicaótico a consecuencia de que todas sus estanterías se habían caído con el terremoto y su reconstrucción no había podido ser plena, además habían llegado insumos en muy grandes cantidades a posteriori, causando un abarrotamiento en los depósitos.

A pesar de haber vivido el episodio del terremoto, que, tanto en lo ambiental como en lo humano, durante el mismo o en la conmoción laboral que vivió el hospital en los días subsiguientes, cuando yo llegué, doce días después, supo disimular su cansancio y tuvo una actitud en lo anímico y una predisposición en lo laboral que me llevó a redactar este texto para destacar lo maravilloso de su persona.

Yo lo volvía loco, necesitaba mucha información, lo perseguía, lo acosaba tratando de asimilar con la mayor velocidad posible su caudal de conocimientos. Y él, resistía heroicamente, repito, heroicamente, mi asedio, era como los muñequitos de Duracell que siempre están tocando el tamborcito o caminando y caminando, nunca se le acababa la pila, y eso que había muchísimos medicamentos y material descartable que mover, que acomodar, que almacenar, que reorganizar, que controlar y él se aparecía casi todos los días con su remera verde, su pantalón corto, los borcegos y su faja para prevenir su cintura al levantar ciertos pesos.

Ya llevamos cuatro semanas de trabajo, ya hace tres que asumí el manejo y la responsabilidad profesional, pero en ningún momento dejó de acompañarme y digo acompañarme porque, aun teniendo en cuenta que él continua siendo asistente de la farmacia, una cosa es hacer el trabajo que le corresponde y otra muy distinta es ser compañero de alguien que apareció de repente, o sea, yo. Víctor es marino, tiene 33 años, vive en Punta Alta está casado, tiene dos hijos, el segundo todavía no lo conoce pues nació estando él aquí en Haití.

Por su espíritu simple y sincero, por su desinteresada voluntad de transmisión de conocimiento, por el apoyo que me brindó en estos primeros días en un ambiente diferente para mí en muchos aspectos, por su voluntad y capacidad de trabajo, por su profesionalismo y por otras cosas que resulta difícil encontrar las palabras adecuadas para manifestarlas es que quiero gritar a los cuatro vientos que la vida me ha permitido conocer a Víctor, a quien no dudo en ponerlo en la hermosa categoría de AMIGO y además, porque todavía no lo he dicho, me he referido a él en dos oportunidades como PROFESIONAL.

Porque desempeña una de las profesiones más abnegadas y no siempre socialmente valorada en su justa medida y a la que aprovecho para brindar un merecido homenaje a través de la persona de Víctor: ENFERMERO.



Caribbean

Una mañana, durante la segunda semana que estaba en Haití, a eso de las 10 apareció un señor llamado Osvaldo Fernández, yo lo había sentido nombrar como el gendarme Fernández y cuando me enteré de su existencia a través de Víctor, mi amigo enfermero, a la sazón mi asistente de farmacia, le dije que me interesaba conocerlo y de ahí su presencia en la farmacia, un personaje sumamente particular del que ya voy a hablar más cuando lo conozca mejor, por lo pronto comento que tiene y mantiene un orfanato desde hace muchos años aquí en Puerto Príncipe.

Además trabaja en Santo Domingo como técnico de futbol. Nos contó algo sobre el efecto devastador del terremoto; en una ciudad cercana a Puerto Príncipe llamada Leogan, que fue casi el epicentro del fenómeno, quedaron destruidas el 90% de las casas, en Carrefour que todavía no sé muy bien si es una ciudad o un barrio de Puerto Príncipe, la destrucción fue del 70%. Hizo algunas disquisiciones sobre la voluntad divina de porqué a los haitianos les tocan esos designios del destino. Comentó que su señora, en el momento del sismo, estaba con unos huérfanos en una iglesia que por circunstancialmente quedó en pie. Pero la parte más fuerte fue cuando nos mostró un mensaje de texto escrito en creole -por supuesto que debí creer en la traducción que Osvaldo me hizo del mismo- enviado por una persona que estaba bajo los escombros del Caribbean, uno de los supermercados más populares del barrio de Pétionville que se derrumbó parcialmente durante el terremoto y durante las tareas de rescate colapsó totalmente. Este mensaje fue enviado el 22-02-10, -vi con mis propios ojos la fecha- en él pedía que lo rescataran, que estaba cerca de un freezer Osvaldo consultó con otra gente sobre la probable ubicación del sujeto pero resultó imposible la localización porque el supermercado tenía 4 freezer ubicados en muy diferentes lugares. Lo llamativo de la situación es la supuesta reacción del individuo ante la adversidad en cuanto a la forma de administrar su elemento de supervivencia; el teléfono celular. Tiene que haber estado prendiéndolo y apagándolo de a instantes porque sino la batería difícilmente le hubiera durado 10 días, seguramente envió mensajes a muchas otras personas, quién sabe si éstas pudieran haber estado vivas o no. No pudo ser rescatado. No soy muy afecto a contar historias tristes pero lo particular de la misma me llevó a hacerlo.


Para no terminar esta historia viendo el vaso medio vacío anexo la siguiente anécdota: En la tarde del 12 enero un grupo de colegas del hospital se dirigió al centro a hacer compras al supermercado. Enfilaron para el Caribbean, precisamente el mismo en el que ocurrió el incidente anterior. Cuando llegaron ocurrieron dos hechos que produjeron un cambio significativo en el destino estas personas, el chofer observó que la playa de estacionamiento estaba completa y que era inseguro dejar el vehículo en otro lado, además otro de los pasajeros de la trafic dijo, vayamos a otro lado porque acá no venden cigarrillos, así entonces se dirigieron a otro, llamado MegaMark, que sufrió muchos daños menores con el terremoto. El Caribbean, como ya lo expresara se destruyó íntegramente. Ninguno de estos argentinos participantes de este suceso ni del resto de los casi 60 integrantes del Hospital Militar Reubicable sufrió daño físico alguno.

Como corolario de este último párrafo cualquier fumador puede argüir con una lógica irrebatible: “Fumar no siempre es perjudicial para la salud”


Febrero de 2010




Las primeras palabras que nos envía Jorge desde Haití...

Uno no deja de admirar a las personas y de como aún en complejas situaciones, la buena redacción puede hacernos reir de situaciones que, viéndolas desde otro punto parecen depresivas o tristes...
Jorge está en Haití y su estado emocional (jocoso) goza de excelente salud...
Su labor se está desarrollando a full y como buen farmacéutico está organizando los materiales recibidos ya que la cantidad de medicamentos que llegaron hacen más titánica esa tarea... pero no imposible!! Eso sí nos priva a quienes esperábamos estas "crónicas" de toda la minuciosidad de detalles de los que podríamos gozar si hubiese "tiempo disponible"

Nos cuenta entre otras cosas:

"...Estoy muy feliz de estar en este lugar y en este momento. El hospital está muy bueno, considerando que es "reubicable". Tenemos bastante confort, la comida es buena y los compañeros de trabajo son gente excelente en su mayoría, a pesar de que algunos de ellos están todavía con alguna afección producto del terremoto y de los aciagos momentos posteriores a él.Nos han recibido muy bien, en particular porque somos gente nueva y por ende venimos con muchas ganas de trabajar.Los colegas farmacéuticos y bioquímicos pueden sentirse orgullosos pues me han manifestado que la farmacia y el laboratorio son los "pilares del hospital".Al hospital concurren continuamente, amén de los argentinos, uruguayo, chilenos, guatemaltecos, brasilero, pakistaníes, nepaleses, jordanos, brasileros y otros que todavía no identifiqué su origen.
En la foto adjunta les presento a Shahid Niamatullah, un enfermero pakistaní que atendí esta mañana en la farmacia. Dialogamos, o más bien balbuceamos, un pobre inglés mutuo. Yo le dí una foto de mi familia con mis datos personales y el me regaló (aquí se acostumbra a intercambiar souvenirs) un billete de 10 rupias. Me explicó quien era el de la foto del billete y no le entendí y dijo o creo que me quiso decir que equivalían a diez dólares (ten dolars, decía y lo repitió en 3 oportunidades) Luego nos sacamos la foto..." agrega unos comentarios y continúa:
"...Estoy tratando de mejorar el inglés y además aprendiendo dos palabras por día (me dijeron que es un buen ritmo) de francés y créole.
Del resto de Haití no he podido ver nada, pues por motivos de seguridad todavía no nos han permitido salir. Es un poco incómodo, pero esas son las reglas por el momento. Quizás la semana que viene podamos hacerlo.
Vivimos frente al aeropuerto, el movimiento de aviones y helicópteros es continuo. Podría parecer molesto por momentos pero no lo es. Más bien es agradable.
Hago una hora de actividad física todos los días, le dije a Edith (mi esposa) que iba a volver más flaco y más oscuro pero si sigo así creo que voy a volver más claro y más gordo..."

¡Es bueno percibir que "a pesar de todo" sigue en pie el BUEN HUMOR... y desde Argentina te enviamos afectuosos saludos y un ¡hasta el próximo mensaje!!!