Maki

Allá por el mes de Abril recibí un correo electrónico en el que una mujer argentina me comentaba, previo pedido de disculpas por haberme escrito sin conocerme y tras haber conseguido mi dirección de correo, que estaba por viajar en Agosto a Puerto Príncipe con su marido para conocer a un niño que les había sido concedido en adopción e interrogándome sobre si tenía conocimientos de la existencia de algún pediatra argentino desempeñándose en este país, a los fines de contratarlo para evaluar el estado de salud del niño en cuestión. Mi respuesta fue que ignoraba si el profesional requerido pudiera existir, pero que en el hospital desempeñaban sus actividades once médicos y, si bien ninguno de ellos era pediatra, alguno, o un grupo de ellos en conjunta expresión de aptitudes, tendrían la capacidad para cumplimentar el examen requerido.

Con el correr de los días, y luego de ponerla en contacto con Lili, una de los miembros del staff médico, comenzamos con un intercambio epistolar, vía mail, chat y alguna comunicación telefónica, que terminó derivando en una promesa de intentar llegar hasta el orfanato en que se encontraba Maki a los fines de conocerlo, tomarle una fotografía, jugar un rato y transmitirle mis impresiones sobre el bebé.

En primer lugar debía averiguar la dirección, tarea que no fue sencilla; mejor dicho, en Haití nada es sencillo. Esta mujer, a quien voy a nombrar como Camila aunque no es su nombre real, me transmitió una que resultó no ser de este país, sino de Nueva York. Le comenté a Camila que no me resultaba demasiado cómodo ir a Nueva York y que seguramente Maki no estaría allí sino aquí. También me informó que el orfanato estaba dirigido por una tal Bárbara Walker y que se expresaba en un inglés muy cerrado. Encontré en internet el sitio del orfanato en el cual tampoco figuraba la dirección en Haití, pero sí el teléfono y una dirección de e-mail, así que le envié un mensaje a esta señora.

Al cabo de unos días me envió la dirección y consulté la misma con Maxon, mi gran amigo haitiano, que además siempre estuvo presto para satisfacer todas mis inquietudes, caprichos, gustos y necesidades. Me informó que no quedaba muy cerca y le facilité el teléfono para que hablara con esta mujer y le comentara mi interés. Luego de la charla quedamos en que podía ir acordando previamente el día y la hora de la visita. Tras algunos frustrados planes pudimos urdir uno más para el sábado 17 pero su concreción pendía de algunos detalles como ser que a Maxon le devolvieran el auto que había alquilado a un amigo. La necesidad de utilizar el auto de este amigo se debía a que desplazarse en Haití es dificultoso, me comentaron que existen algunos taxis, pero tras una estancia de seis meses, no sé qué aspecto tienen, cómo se puede contratar uno y ni siquiera estoy totalmente seguro de su existencia; otro medio de transporte son los llamados “motoconchos”, también presente en Rep. Dominicana, que son ni más ni menos que motos de alquiler que transportan una, o, más ajustadamente, dos personas. El tránsito en Puerto Príncipe es tan alocado que la utilización de estos medios es temeraria.

A eso de las 13,30 hs de ese sábado llamé a Maxon para ver si había conseguido el auto, me respondió que sí y que en algo más de una hora estaría por el hospital. Se demoró un poco más, llegó a las 15,30 hs y estaba dudando en ir porque el alternador de su vehículo no andaba, por ende la batería no tenía carga y el auto no arrancaba, le dije que lo empujábamos, acordamos la tarifa y nos embarcamos con Gonzalo y Felow, otro de los haitianos que está trabajando en el hospital. El orfelinato quedaba a unos 10 km, teníamos la dirección pero no estaban muy seguros de donde era exactamente. Previamente Maxon había hablado al lugar para preguntar si podíamos ir, pidió alguna información adicional de cómo llegar y tanto él como Felow se comunicaban constantemente a medida que nos acercábamos al lugar para ver si el camino tomado era el correcto, también le íbamos preguntando a los locales.

En Haití todo es difícil, ya lo dije antes, pero bien vale repetirlo, desde conseguir medios de transporte hasta poder ubicar un lugar, ya que las calles no están señalizadas, la consulta a la gente da como resultado o desconocimiento sobre lo que se lo interroga o respuestas equivocadas. El tránsito es caótico y una mezcla de autos, camiones, motos, bicicletas y peatones casi sin leyes hace que los atascamientos sean frecuentes; salvo unas pocas arterias principales, el resto de las calles están en malísimo estado. Cuando estábamos cerca, se paró el auto, nos bajamos a empujarlo pero parecía que había echado raíces en el suelo, entre tres no podíamos moverlo ni un centímetro, no entendíamos lo que pasaba. Tardamos unos 15 minutos en hacerlo arrancar. Me llamó mucho la atención que cuando se descompuso el auto había a muy pocos metros más de diez personas que contemplaban nuestro esfuerzo y la inutilidad del mismo y tan sólo una de ellas se arrimó a ayudarnos. Cuando un hecho de éstos ocurre en algún otro país, las personas se arriman e inmediatamente se soluciona el problema. Acá solo se limitaban a contemplar la escena y permanecían impasibles aún cuando Maxon y Felow les habían pedido auxilio. Esto me impresionó como una brutal ausencia de solidaridad. Más tarde me explicaron que esta actitud se debía a ciertas expresiones de conflictos o diferencias sociales más complejas que sería un poco largo de explicar y quizás deba o pueda hacerlo en otro contexto narrativo.

Luego de hacer arrancar el auto y dado el mal estado del camino decidimos continuar a pie. Maxon se quedó en el auto en marcha por temor a que no arrancara nuevamente, así que había prisa en encontrar el lugar y cumplir con el cometido.

Encontramos el orfantato y entramos. Felow, como muchos haitianos, habla creole, francés, inglés y español, así que oficiaba de intérprete. Había una mujer local y luego llegó la directora, Bárbara Walker, una mujer de unos 60 años, rubia, usa vestidos amplios aunque con poco espacio libre, creo que es norteamericana. Ya sabía que nuestro objetivo era tomar fotos de Maki, que resultó ser un gordito divino, simpático, portador del clásico y tremendo par de ojazos tiernos propio de estos niños. Estimo que debe tener entre seis y ocho meses. Lo fotografiamos, lo pasamos de brazo en brazo, lo comimos a besos, luego tomamos fotos de otros niños que iban a ser adoptados por padres argentinos, entre ellos conocimos a Margarita, Lorenzo y Berta.

Bárbara nos hizo pasar a su oficina, nos mostró algunas carpetas en las que estaban los expedientes de muchos adoptantes. La visita fue placentera, bella, el orfanato está muy lindo, para lo que se puede considerar lindo en Haití, se nota que los niños están muy bien atendidos. Había gente blanca, probablemente norteamericanos, haciendo trabajos de construcción. No pudimos disfrutar mucho porque teníamos prisa debido a las condiciones del vehículo, así que habremos estado unos quince minutos y tuvimos que retornar. El viaje de vuelta fue lindo, demoramos unos veinte o treinta minutos, paramos a echarle aceite al auto y Maxon casi se quema al sacar la tapa del motor. Durante una charla muy amena ellos quedaron muy sorprendidos cuando les comentamos que en Argentina la escuela primaria, secundaria y superior es gratuita. Maxon nos preguntó entusiasmado si él podía ir a estudiar a nuestro país, si podría conseguir trabajo y muchas cosas más. Le respondimos que podía ir, que reciben a estudiantes extranjeros en las mismas condiciones que los nativos, que con tantos amigos argentinos que había hecho en estos años de alguna forma le conseguiríamos trabajo. Le dije por ejemplo, que además de Gonzalo, yo y algunos más, en los padres de Maki ya tenía unos potenciales amigos desconocidos, que seguramente podrían hacer algo para devolverle la gentileza y las ganas que puso en todo esto, así que quedó plantada seguramente una semillita en su cabezota.

Ya de regreso en el hospital nos bajamos los cuatro del vehículo, el destartalado Ford modelo 82 mostraba huellas de su fatiga, solamente le faltaba, como los de los dibujitos animados, ponernos una cara tristona, aunque mirándolo bien, la tenía. Merecía que su imagen quedara documentada así que posamos todos junto a él, como corolario de esta historia, que por la forma en que se desarrolló presenta todos los atributos de una aventura, de trama casi hollywoodense, y como tal, con final feliz.


Julio de 2010

1,2,3: celeste, blanca y celeste

1-¿Dónde está la bandera idolatrada?: En primer lugar quiero hace hincapié en que estas palabras no son escritas a modo de crítica sino que constituyen la descripción de un hecho que me resultó sorprendente y que pueden mover a la reflexión, a la discusión y, en ocasiones, al sinceramiento.

El 20 de Junio próximo pasado se celebró el Día de la Bandera para el pueblo argentino. Como ya se sabe en este preciso año 2010 esta fecha acaeció en un día Domingo. Mi permanencia dentro de un contexto militar me mantenía expectante en cuanto a de qué manera se conmemoraría el aniversario del fallecimiento de Manuel Belgrano. El festejo era cronológicamente coincidente con el día del padre y las felicitaciones para éstos corrían por doquier. El día fue transcurriendo y la bandera ondeó solitaria, casi inadvertida y formalmente ignorada. Los lunes a primera hora, como habitualmente sucede, hay formación. Esta consiste en el agrupamiento del personal de salud y logístico ante sus correspondientes jefes, que a su vez se presentan ante el jefe de la misión, el cual procede a informar situaciones que deben ser de dominio público, advertir sobre errores o incumplimientos y comunicar eventos actuales o futuros. El informe terminó sin que se efectuara ningún tipo de alusión a la efeméride.

No alcanzo a comprender las razones del suceso; un olvido involuntario? Deliberado? Un cambio de costumbres protocolares? Sin embargo tengo la impresión de que la bandera es y sigue siendo un símbolo por excelencia en el ámbito militar.

En el sector popular la actitud hacia los símbolos patrios hace tiempo que viene en decadencia, no sé si eso es bueno o malo, al fin y al cabo son tan sólo objetos que sirven para materializar o para demostrar materialmente un sentimiento como lo es el sentir patriótico, pero el verdadero sentimiento no necesariamente debe ser exteriorizado por esos símbolos, en ocasiones éstos constituyen tan sólo un disfraz, el verdadero patriotismo se traduce en hechos.

2-Símbolo comunicador: El martes 15 de junio por la tarde salimos a caminar por Puerto Príncipe con dos médicos amigos. Al regreso de la misma pasamos por un supermercado a comprar algunas vituallas. Luego de haber hecho la compra, pasado por la caja y mientras esperaba a los amigos, se me acercó una persona y me preguntó: “¿Cuándo juegan el próximo partido?” Le contesté inmediatamente: “El próximo jueves”, y continuamos un diálogo ameno con él y otras personas que le acompañaban que resultaron ser médicos, estudiantes de medicina, enfermeros y farmacéuticos pertenecientes a una Organización No Gubernamental (ONG) de Puerto Rico llamada Iniciativa de Paz y que hace varios meses que están prestando atención en salud en Haití. Mis amigos se incorporaron luego a la charla, más tarde nos acercaron al hospital en su vehículo y el jueves a la noche fuimos invitados a cenar en la casa que ocupan. Todo ello derivó en una relación humana rica y fecunda. El elemento disparador de toda ella fue la bandera argentina que a la altura de mi corazón estuviera cosida en la chomba que portaba y que nos fuera entregada como parte del equipo.

3-Con la camiseta puesta: En los días de Junio de 2010 el celeste y blanco de nuestra bandera y la bandera misma es agitada con intensidad y los cuerpos de millones de argentinos residentes en Argentina y en diferentes partes del planeta están cubiertos por camisetas, dinámica ésta exacerbada por la actuación del equipo argentino de fútbol en la primera fase del campeonato. ¿Es necesario o imprescindible que el fútbol sea un factor mediador para que este símbolo adquiera la notoriedad que naturalmente debería tener? ¿El sentido de pertenencia a nuestro país es real o se trata tan sólo de identificar el país de origen para la lid deportiva? Bueno, al fin de cuentas y sea como sea, el sólo hecho de que flamee nuestra bandera en otras latitudes genera un hermoso sentimiento de nostalgia y el tener en la mano algo celeste y blanco de alguna manera y aún en una pequeña medida contribuye a acentuar el ser argentino.

Julio de 2010

Merci Messi

El destino, en ocasiones, tiene gentilezas con uno. El jueves quince de julio acaeció una de ellas. En la pizarra del comedor se anunciaba que el almuerzo iba a ser una hora antes de lo habitual y que luego había una reunión. Por razones particulares este cronograma resultó alterado: a eso de las 12:30 ingresó al hospital un muchacho menudo de estatura y de volumen corporal, pelo algo rojizo, casualmente desprolijo, barba de unos pocos días, sonrisa afable, bermudas, zapatillas, una remera azul con el logo y las siglas de UNICEF. Lo acompañaban otras personas con la misma remera y dos o tres más, bien vestidas y bastante corpulentas, denominadas guardaespaldas.

Era literal y realmente perseguido por la mayoría de las personas presentes en el hospital, hecho éste que era a duras penas contenido por los jefes y responsables de la seguridad de esta unidad militar.

La situación era realmente particular, el sujeto en cuestión no había concurrido como paciente sino como visita y se trataba nada más y nada menos que de la máxima estrella mundial del fútbol profesional, Lionel “La Pulga” Messi.

Inclusive yo, que no tengo una afición particular por este deporte, resulté contagiado por el fervor popular y me transformé en un cholulo más tratando de acercarme, saludarlo, solicitar un autógrafo, y una fotografía cerca de él. Todos estos objetivos fueron cumplidos: hoy, en mi ropero, presto a ser colocado en la valija con destino a Argentina, tengo uno de mis ambos con una firma de este buen muchacho y una veintena de fotografías de diferentes ángulos y momentos, que seguramente harán las delicias y la consiguiente sana envidia de muchos de mis amigos cuando recreemos vivencias de esta experiencia.

Lionel se marchó luego de casi una hora de permanencia en nuestro hogar temporario y en horas de la tarde comencé a recibir comunicados de mis familiares y amigos que me decían que en los canales de Argentina estaba circulando la noticia con una foto en la cual yo estaba casual, o no tan casualmente, muy cercano a la imagen central que ocupaba Messi.

Realmente disfruté tanto el momento que si pretenden adjudicarme el mote de ese personaje actoral del teatro cómico, Figuretti, NO – ME – IM – POR – TA, OK?



Julio de 2010

Acerca de hándicaps, caddies, cortes y quebradas...

Una forma de amenizar el tiempo libre, una vez culminadas las tareas a las que estamos afectados en nuestro hospital, consiste en la realización de actividad física que puede ser a través de la utilización del gimnasio, caminatas, running o diversas actividades deportivas. Entre estas últimas tenemos fútbol en la cancha del grupo aéreo, básquetbol en la playa de estacionamiento o ¡golf! en los links del hospital, construidos y acondicionados a tal efecto por un cultor extremo de esta disciplina, el Dr. Carlos Utrera. Según narra la leyenda -más precisamente por sus propias palabras- ha aprendido a desempeñarse comenzando a indagar la teoría, dio sus primeros pasos tomando un diccionario y averiguando la definición de la palabra habilidad. Una vez entendido este concepto continuó con la búsqueda semántica, hecho éste que le permitió nutrirse de una vasta gama de conocimientos que llevados a la práctica hicieron de él un maestro de este noble deporte. Ostenta la generosa marca de “3 bajo el par” y las malas lenguas dicen que hizo “un hoyo en una” el pasado 30 de febrero. Como es un maestro de la locuacidad aplica esta condición personal en el juego, de tal forma que le habla a las pelotitas hasta sumirlas en un estado hipnótico, tal como lo hace con sus pacientes en su profesión de anestesista; una vez que las hace llegar a este trance las pequeñas esferas quedan sometidas a su total voluntad haciendo las delicias de este jugador, y se dirigen mansa y resignadamente al hoyo elegido por su amo. Algunos ya están siguiendo sus pasos: el Dr. Gonzalo Teijeiro ha comenzado una práctica intensiva, el Dr. Carlos Brandan está dando sus primeros pasos en esta disciplina y este servidor, a partir de la próxima semana, comenzará como caddie del Dr. Utrera a los fines de embeberse de eagles, boogies y demás términos, amén de los movimientos adecuados, con el objeto de poder participar del Abierto del Hospital Militar Reubicable programado para la segunda semana de Julio.

Bromas aparte, Carlos es bastante más que un aficionado y aún sin llegar a ser un profesional, según dicen los que saben, ostentar “20 de hándicap” en este deporte es algo que no pocos envidian.

Otra disciplina recreativa que se practica con dispar regularidad es la danza que nos identifica a los argentinos en el mundo: el tango. Su enseñanza es impartida por el maestro del "dos por cuatro", Reinaldo Videla, un suboficial del ejército que emplea su capacitación como enfermero como pantalla para contagiar a todo quien se le acerque e inducirlo a armonizar los movimientos del cuerpo necesarios para este sensual baile.

A los fines prácticos, imparte las nociones básicas en primer lugar a los hombres, porque en el tango es éste quien debe hacer de conductor. La mujer se luce especialmente, pues la gracilidad y belleza de sus movimientos constituyen un especial atractivo, pero es el hombre quien, como una especie de titiritero, debe, mediante sutiles y precisas presiones de ambas manos, generar en la fémina la armónica y dinámica sucesión de movimientos.

Si bien no alcancé a hacer boogies, eagles, ni a ser un maestro tanguero, muy difícilmente hubiera podido imaginarme que Haití me permitiría aprender a sostener en mis manos un palo de golf, impulsar una pelotita y a desplazarme por una pista con rudimentarios y elementales pasos de tango.





Julio de 2010

Canaán... creciente fértil... (¡?)

El primer día de trabajo con los hermanos portorriqueños fue un viernes, día de recambio de grupo y de organización. Mi tarea consistió en colaborar con el acomodo de los medicamentos e insumos médicos que iban a ser llevados al día siguiente en el trabajo de campo y el almacenamiento de lo que traían de Puerto Rico los miembros que se integraban al equipo. El depósito de medicamentos tiene unos 50 metros cuadrados y el transporte al sitio de trabajo se hace en una treintena de valijas y bolsos rotulados con su contenido.

A las 5:30 del día siguiente empieza la labor diaria previo aseo personal y desayuno. Se cargan en una de las trafics todos los medicamentos y demás elementos que se despliegan en el sitio de acción.

El grupo humano es transportado en otra trafic y una camioneta y ese día estaba integrado por las personas descriptas en el artículo anterior - Iniciativa de Paz -, más un médico haitiano, cinco traductores y otro de los nuestros, el Dr. Carlitos Utrera, a quien recogemos en el hospital.

El sitio elegido es Cabaret, una ciudad que está a unos 30 km de Puerto Príncipe. Yo pensaba que nos instalaríamos en alguna plaza o lugar libre del centro de la ciudad, pero nos acomodamos en una loma en la que la vivienda más cercana se hallaba a unos quinientos metros. Los tres vehículos se colocan en forma de “U”, se arma el cobertizo que servirá de atención médica, se sujeta una tela de plástico para proteger los medicamentos del sol, se arma una carpa que sirve para consultas más íntimas –ginecológicas, por ejemplo - y se colocan cinco pequeñas mesas que servirán de apoyo para el material de los médicos, en cada una de ellas se coloca un pequeño set de medicamentos y tres sillas, una para el médico, otra para el traductor y una tercera para el paciente.

Los pacientes hacen cola a unos diez metros del lugar y uno de los integrantes del equipo o algún líder comunitario del lugar, va regulando el acceso de los mismos a la mesa de cada médico a medida que lo van solicitando. Los pacientes vienen de la citada ciudad, muy pobre por cierto, con una simpleza, silencio y estoicismo ante la adversidad admirables.

Junto con cuatro de los jóvenes atendemos los requerimientos de medicamentos de parte de los médicos. En ocasiones y ante la necesidad, se practican intervenciones quirúrgicas menores como eliminar abscesos o desbridar heridas, por ejemplo, y cuando es necesario también se colocan sueros.

La temperatura, como es habitual en estos días, ronda los treinta y seis grados, pero un buen viento contribuye a mitigarla, aunque se transpira mucho y hay que hidratarse continuamente. Cerca del mediodía comienza el almuerzo en forma rotativa para no interrumpir la atención. Éste consiste en alimentos enlatados, pastas, salchichas, picadillo, atún, etc.

La jornada de salud finalizó a las 14 hs y el registro indicó que se atendieron algo más de cien pacientes, un día “flojo” de trabajo. Luego procedimos a la limpieza del lugar, desarmamos el “circo”, guardamos todo en el vehículo de carga y retornamos a la casa donde bajamos todas las valijas, las rellenamos con medicamentos e hicimos los aprestos para el día siguiente. Charlas, bromas y música conforman un entorno muy agradable; un par de los miembros del equipo se van a preparar la cena. Antes de la misma alguno hace una invocación religiosa, acto que también se efectúa antes de salir a trabajar, es un grupo sumamente creyente. Ese sábado por la noche regresé al hospital porque necesitaba un poco de descanso.

El lunes a la mañana me pasan a buscar aproximadamente a las 7 hs. El día anterior, domingo, habían ido a un lugar cercano a la frontera con República Dominicana el cual, según la descripción, era prácticamente un desierto. Ahora nos dirigimos a un lugar ubicado veinte kilómetros al norte de Puerto Príncipe llamado, casi como una ironía, Canaán. Históricamente, Canaán era la zona que hoy comprende los territorios de Israel, Franja de Gaza, Cisjordania y parte de Jordania, Siria y Líbano y era conocida como creciente fértil. El término “Canaán” deriva de “cananeo” que en hebreo significa mercader.

La ironía a que hago referencia es por el término “creciente fértil”, el lugar es un páramo cuya única alteración a una naturaleza casi estéril, lo constituye la presencia humana. Estos hallan cierto cobijo en habitáculos -uso esta denominación porque no se me ocurre otra- consistentes en palos entre los que se hallan tendidos unos pedazos de plásticos de color azulado y blanco. En algunos espacios entre ellos han sembrado algunas plantas de maíz tan raquíticas y faltas de fructificación que parecen una broma macabra del reino vegetal. En cuanto al significado de mercader luego de esta descripción quizás puedan imaginarse que las posibilidades de “mercadear” algo en este medio son muy escasas.

Una vez en el lugar repetimos las operatorias, armamos el cobertizo, usamos otro propio del lugar para la farmacia y tendemos la carpa de consultas íntimas. Para esta ocasión se había sumado una doctora haitiana, así que el plantel médico se había aumentado a siete, más Chaco (el Director de la ONG Iniciativa Comunitaria, Dr. José Vargas Vidot) que hacía el papel de comodín pues era consultado periódicamente por alguno de ellos.

Se hicieron presentes dos medios de comunicación de Puerto Rico, un periódico y un canal de televisión.

Como de costumbre, la gente respetaba un orden estricto, sin alteraciones, sufriendo (o quizás no, por su habituación) el embate del sol, llegando a estar más de una hora en la cola. Fueron atendidos más de cuatrocientos pacientes y a todos ellos se les proporcionaron los medicamentos necesarios.

Las condiciones descriptas de las viviendas, cuyo número estimado es entre tres y cinco mil, las características del clima, más el déficit en la alimentación y en el acceso al agua potable, producen un alto impacto en la salud.

En algún momento de la jornada me acerqué a la carpa de atención íntima o reservada como la he llamado. Había una mujer con un bebé de pocos meses en sus brazos al cual se lo había canalizado para administrarle un suero pues tenía una deshidratación severa. En mi vida profesional me ha tocado estar en presencia de enfermos y muchas veces ellos eran niños, pero nunca me ha tocado que a la vez presentaran el atributo de “miserables”. La imagen de esta madre con su niño generó tal quiebre en mi estado anímico que tuve que dar media vuelta inmediatamente para no llorar frente a estos pobres seres.

Seis horas de trabajo en ese medio y en esas condiciones dejan exhausto a cualquiera. El retorno a media tarde no implicaba necesariamente el descanso porque, como ya dije, hay que reaprovisionar el equipo para el día siguiente. Al atardecer esta buena gente me regresa a mi hospital.

Por la noche, con mi cuerpo inmaculado tras la extracción de generosas capas de polvo y sudor pero con mi alma maculada por los golpes de tantas imágenes que insistían en pronunciar su dolor, una lluvia torrencial aumentó mi angustia al pensar en esos adultos, niños y bebés cuya única defensa contra los brutales embates de la naturaleza era un vulnerable pedazo de plástico.
Probablemente, por causa del fenómeno o combinado con alguna enfermedad, algunos de ellos hayan perecido. Si en realidad existe cielo e infierno y por su conducta a cualquiera de estos sujetos les correspondiera ir a este último, es muy probable que su estancia allí le resulte bastante más confortable.

Todos los días al final de la jornada, Chaco realiza una reunión en la cual evalúa fortalezas y debilidades, advierte sobre errores cometidos y alaba los aciertos del funcionar del equipo. El sábado por la noche explicó el programa de trabajo de la semana. El domingo iban a trabajar a la frontera, el lunes a Canaán, el martes al edificio que utilizan como clínica y el miércoles iban a ir a un barrio muy, pero muy pobre, cerca de donde ellos viven que, por sus niños panzones y de piernas y brazos delgadísimos por la desnutrición y por el entorno general de miseria extrema, pareciera tratarse de algún lugar del corazón de África. Esto quiere decir que la narración anterior no significa que lo que tuve oportunidad de presenciar es lo peor que se puede encontrar en este bendito país. A propósito de esta visita Chaco, fiel a su afición poética, expresó: “Las escenas que van a ver en ese lugar deben ser palabras que tienen que quedar escritas en las páginas de vuestro corazones”.

La poesía, en tantísimas ocasiones, hace referencia al amor; con esta frase Chaco hizo lo propio con una de las expresiones más significativas de este sentimiento: el amor al prójimo.


Julio de 2010

Iniciativa de paz

A mediados de junio salí a caminar junto a mis amigos, Gonzalo –el traumatólogo- y Carlos Utrera -el anestesista-. Cuando regresábamos entramos a un supermercado, luego de hacer mi compra y de haber pagado en la caja se me acerca una persona y me pregunta: "¿cuándo juegan el próximo partido?". Yo tenía puesta la chomba blanca con la bandera argentina bordada en el pecho, y que forma parte de la indumentaria que nos proporcionaron, hecho éste que delataba mi origen y se conjugaba con el fervor que despierta el campeonato mundial de fútbol.

Esta persona formaba parte de un grupo con el cual establecimos una charla y las correspondientes presentaciones. El autor de la pregunta era el Dr. Luis Rosado, portorriqueño, Mayor de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que muy pronto será ascendido a teniente coronel y el mismísimo presidente Obama le entregará las insignias de su nuevo rango. Con él estaban Alejandra, dos estudiantes de medicina y un comunicador social. Resultaron ser integrantes de una ONG de Puerto Rico denominada Iniciativa Comunitaria y estaban trabajando en una de sus ramas, Iniciativa de Paz – Misión Haití, que consiste en proporcionar atención en salud a la población carenciada de dicho país mediante un sistema que podríamos denominar “clínica móvil”.

Congeniamos inmediatamente, dialogamos un buen rato y luego nos acercaron al hospital. Un par de días después fuimos recibidos como huéspedes de honor en su residencia y nos deleitaron con sus comidas típicas.

Tenían necesidad de agua potable y desde ese momento el hospital les proveyó de ese vital elemento. Compartieron con nosotros la ceremonia central de entrega de medallas a los integrantes de Haití XII, lo cual fue algo sumamente emotivo y gratificante.

Esta relación derivó posteriormente en que, durante el período de nuestra última licencia, junto con el Dr. Carlos Utrera, nos acopláramos a este grupo de trabajo que realiza una tarea titánica y con ribetes de heroísmo que trataré de describir a continuación.

El edificio en el que se alojan es muy modesto y con escasas condiciones de habitabilidad para el estilo de vida al que estamos acostumbrados -de ahí también el término de heroísmo- pues no tiene aire acondicionado, ni ventiladores, ni heladera, se duerme en catres con colchones que lejos están de ser un sommier y cubiertos con tules para protegerse de los mosquitos.

Los grupos de trabajo se renuevan con una frecuencia semanal aunque algunos de los integrantes se quedan una quincena o más días. Entre todos se encargan de la limpieza y el orden y se alternan para hacer la comida de la noche, pues el almuerzo se realiza en el campo de acción. El trabajo es absolutamente voluntario, no remunerado e inclusive cada integrante se costea su propio pasaje de avión.

Los martes y jueves atienden en un edificio que la fundación adquirió para ser transformado, en un futuro cercano, en una clínica infantil; los sábados, domingos, lunes y miércoles salen con sus dos trafics y su camioneta y se instalan en distintos lugares de la ciudad o del país. El viernes lo dedican a recibir e instruir al contingente que se renueva y a reacondicionar los equipamientos sanitarios y logísticos.

Disponen de un surtido bastante importante de medicamentos donados principalmente por los laboratorios americanos asentados en Puerto Rico.

El viernes que llegué, además de Alejandra, a quien conocía, estaban Arnaldo, Héctor y Paco, estudiantes avanzados de medicina; Mitchell, un militar retirado, y Ginetta, una haitiana que estudia enfermería. Previamente habíamos pasado por el aeropuerto para buscar a Jimena y Coral, también futuros médicos, y a Bernard, que estudia economía y también es un colaborador activo.

La ONG es presidida por un médico llamado José Vargas Vidot que gusta de ser nombrado por su apodo: “Chaco”. Él había llegado tres días antes y durante el tiempo que compartimos, largas charlas mediante, tuve la inmensa fortuna de tener cerca de mí a una de las personas más brillantes que jamás haya conocido. Es portador de una protuberancia en el abdomen que cualquiera puede confundir con barriga cuando en realidad está producida por el tamaño de su corazón. Los malos, si pretenden seguir siéndolo, en su presencia deben taponarse los oídos, pues sus palabras son tan cautivantes como el canto de las sirenas de La Odisea: cualquiera que las escucha, en pocos instantes, se transforma en bueno. Es un líder nato, con una locuacidad envidiable y con el cual hemos coincidido en innumerables cuestiones profesionales y humanas.
Por lo que alcancé a percibir en él, por lo que me han referido y por lo que le he visto hacer, no me cabe duda de que Puerto Rico tiene, en este particular ser humano, un firme candidato para el Premio Nobel de la Paz.

Al término del primer día de trabajo se tomó el tiempo para editar un video que me obsequió y que muestra el accionar de esa jornada, es un regalo con un valor inmenso, epilogado con una frase de sutileza muy particular: “A todos los que creen que un mundo mejor es posible”.



Julio de 2010

Un casco azul, azul como el mar azul

Ya he hablado en alguna oportunidad del marino Víctor Salmeri, deteniéndome particularmente en las virtudes que hacen de él un tipo fantástico.

No voy a explayarme nuevamente en ellas porque sería redundante, aunque sí quiero comentarles que Víctor se ha llevado desde Haití hacia Argentina al menos tres galardones materiales aparte del insustancial pero honrosísimo hecho de ser uno de los llamados héroes del terremoto.

Estos galardornes son los siguientes:
  • La medalla por haber cumplido una misión en el exterior como Casco Azul.
  • Una nota de felicitación por su actuación en el accidente de una aeronave uruguaya.
  • Una nota de agradecimiento por su actuación en el terremoto y muy especialmente por su labor en la farmacia del Hospital Militar Reubicable. Esta nota fue enviada por el Dr. Eduardo Savio, presidente de la Federación Farmacéutica Sudamericana, y aprovecho la oportunidad para enviarle a este amigo un público agradecimiento por la actitud.

Bueno, Víctor, compañero de dos meses, bien merecido lo tienes a todo esto, y disculpa al bocachón de tu amigo Jorge que se empeña en gritar a los cuatro vientos el tipazo que sos. Perdona también que no puse tu grado militar pues sinceramente no lo sé, continúo sin aprender eso, y además sigo prefiriendo la utilización de la graduación humana “amigo Víctor”.

Julio de 2010

¿Dónde hay un mango, viejo Gómez?

Tal es el título y un par de versos de una ranchera, pieza musical típica del cancionero popular argentino. En ella se hace referencia al “mango” como sinónimo de dinero. Acá la idea es referirme a un homónimo –dícese de aquellas palabras que se escriben igual pero que tienen distintos significados- que alude a un árbol y su fruto.

La pampa tiene el ombú, la Recoleta su gomero, Doña Paula Albarracín tuvo su higuera, Newton su manzano y El Principito su baobab. Estos son algunos ejemplos de árboles que trascienden en el tiempo o que participan activamente con el entorno humano cercano y que, por diversos motivos, han adquirido cierto prestigio. En el predio del Hospital Militar Reubicable sito en Haití hay un árbol que disfruta de esta condición particular: EL MANGO. Normalmente no acostumbro a usar la letra mayúscula de esta manera inapropiada, pero ocurre que quise diferenciar a este ejemplar en particular porque su utilización como punto de referencia ha convertido su nombre genérico en nombre propio; cuando se intenta dar la ubicación de una persona se dice “lo vi recién cerca del mango” y uno no tiene ninguna duda acerca de qué mango están hablando, a pesar de que en este lugar existen otros de esta misma especie pero que permanecen virtualmente ignorados.

Magnifera indica, tal su nombre botánico, es un árbol que crece en zonas cálidas y tiene un fruto cuya pulpa es carnosa, dulce, fibrosa, con un profundo aroma y de muy buen sabor. Son originarios del norte de Birmania y noreste de la India, siendo éste último el mayor productor del mundo. Fue traído al continente americano por los portugueses en el siglo XVIII y constituyen un hecho anecdótico -más bien un anacronismo- aquellas escenas de las películas La Misión y Apocalipto en las que se observan estos árboles y sus frutos cuando todavía no existían en estas tierras. En Argentina crece y su fruto es consumido en las provincias del noreste y es poco habitual verlo en las verdulerías del resto del país.

EL MANGO del hospital en realidad no es uno solo sino que son cuatro que funden sus copas en una sola aparente, con una generosa dimensión de unos 30 por 16 metros de superficie cubierta y una altura de unos 12 metros. Más de un millar de argentinos, integrantes de las 12 misiones en Haití, han transitado y han sido acogidos por su sombra. Su memoria conserva latente una multitud de sentimientos y sensaciones tan disímiles como contradictorios, alegrías, tristezas, nostalgias, esperanzas, intrigas, proyectos, amores, odios, pasiones, dudas, certezas, problemas, soluciones, descansos, fatigas, apetitos, saciedades, risas, sonrisas, fiestas, rencores, peleas, riñas, escarceos, conciliaciones y tantas más.

Da frutos durante todo el año pero de manera más abundante en el mes de Mayo. Y lo hace de esa manera tan natural del reino vegetal ayudado por la fuerza de la gravedad: los deja caer. Por ello durante todo el año en general y en esa época en particular, cuando las personas abajo presentes escuchan un ruido de hojas que indica que uno de estos frutos las están atravesando en su camino al suelo, automáticamente levantan sus brazos para protegerse de un probable impacto de uno de éstos en las correspondientes cabezas.


Muchos recuerdos seguramente pasarán o han pasado al olvido de los argentinos que han estado en Haití pero seguramente este noble portento debe quedar ocupando un lugar especial e indeleble en su memoria.

Pd: Aún considerando que la poesía no es precisamente mi debilidad literaria, no pude resistirme a incluir como postdata este poema dada su belleza y pertinencia y que me fuera enviado por Silvana, mi correctora de redacción.

Soneto

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

(Francisco Luis Bernárdez)

Julio de 2010