Cuerpos y Almas

Mi cuerpo está cubierto con borceguíes negros, chomba verde y pantalón camuflado verde haciendo juego con la chaqueta que muestra una cruz roja en uno de los brazos como distintivo del grupo de salud. Parada frente a mí está una persona vestida con una chomba marrón, pantalones camuflados y borceguíes marrones. Se trata de un nativo de Chile cuyo atuendo es el uniforme de todos los integrantes de la misión militar chilena en Haití. Mientras nos muestran las instalaciones del Batallón Carreras instalado en Cap Haitien esta persona me es presentada por un suboficial de aquel país.

Cualquier militar responde a una presentación mencionando su rango y su apellido a continuación. Inmensa fue mi sorpresa cuando, de un esperado “mayor”, “suboficial”, “cabo primero”, etc, y sobre todo teniendo en cuenta la vestimenta, brotó de su boca la denominación “capellán” y un apellido que no recuerdo. Siempre me pareció discordante y paradójica la figura de un capellán rogando a Dios por el éxito y la vitalidad de los integrantes de su ejército y por el otro lado, o sea en las filas del ejército enemigo, otro capellán pidiendo lo mismo. En menudo compromiso lo ponen al supremo creador.

No es mi intención en estas líneas hacer una apología de los diversos errores de la religión ni discutir sobre aquellos puntos conflictivos, es más, situaciones como éstas llevan a reflexionar, inclusive a auto cuestionarse.

Esto quiere decir que en ocasiones uno acostumbra a observar y criticar, a veces no sin dureza, acciones o actitudes en el prójimo y no se detiene a evaluar críticamente las propias.

Y a resultas de algunos pensamientos brota el siguiente resultado:
El desarrollo de mi vida se ha dado en tres profesiones, bioquímico, farmacéutico y docente; las dos primeras son áreas específicas de la salud y para definirlas en algún sentido, aunque sea metafórico, el objetivo final de éstas es reacomodar o colaborar en el reacomodo de cuerpos, que por alguna causa están rotos o funcionan erráticamente, o trabajar en la prevención para evitar que lleguen a este nivel de disfunción.

Los integrantes de las fuerzas armadas persiguen objetivos exactamente opuestos a los que me planteo como miembro del equipo de salud. Por supuesto, para con el enemigo.

El sólo hecho de estar temporalmente en las filas de esta institución hace que esté involucrado plenamente en sus actividades y consignas, al punto tal que, cuando yo habitualmente hablo de ejercicio profesional en este ámbito, el término equivalente es rol de combate, aunque el mismo resulte un tanto extraño y hasta ligeramente chocante, al menos para mí. Así, el rol de combate de un cocinero es alimentar a la tropa; el del chofer, transportarla; entonces el del farmacéutico es atender el cuidado de la salud.

Planteado de esta manera el tema, estoy realizando la actividad para la que me he formado pero con una aparente o real discordancia o incongruencia con los principios filosóficos de mi persona.

Volviendo entonces al capellán, parecería que mis dudas, críticas o análisis serían tan válidos para él como para mí; o sea que si pude haber puesto en tela de juicio algunas actitudes, en esta oportunidad parecería que puedo haber perdido la autoridad moral para ello.

Habría pues una única diferencia entre ambos: mi actividad se desarrolla principalmente en los cuerpos mientras que la de este buen señor es principalmente en las almas.

Mayo de 2010



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