Maki

Allá por el mes de Abril recibí un correo electrónico en el que una mujer argentina me comentaba, previo pedido de disculpas por haberme escrito sin conocerme y tras haber conseguido mi dirección de correo, que estaba por viajar en Agosto a Puerto Príncipe con su marido para conocer a un niño que les había sido concedido en adopción e interrogándome sobre si tenía conocimientos de la existencia de algún pediatra argentino desempeñándose en este país, a los fines de contratarlo para evaluar el estado de salud del niño en cuestión. Mi respuesta fue que ignoraba si el profesional requerido pudiera existir, pero que en el hospital desempeñaban sus actividades once médicos y, si bien ninguno de ellos era pediatra, alguno, o un grupo de ellos en conjunta expresión de aptitudes, tendrían la capacidad para cumplimentar el examen requerido.

Con el correr de los días, y luego de ponerla en contacto con Lili, una de los miembros del staff médico, comenzamos con un intercambio epistolar, vía mail, chat y alguna comunicación telefónica, que terminó derivando en una promesa de intentar llegar hasta el orfanato en que se encontraba Maki a los fines de conocerlo, tomarle una fotografía, jugar un rato y transmitirle mis impresiones sobre el bebé.

En primer lugar debía averiguar la dirección, tarea que no fue sencilla; mejor dicho, en Haití nada es sencillo. Esta mujer, a quien voy a nombrar como Camila aunque no es su nombre real, me transmitió una que resultó no ser de este país, sino de Nueva York. Le comenté a Camila que no me resultaba demasiado cómodo ir a Nueva York y que seguramente Maki no estaría allí sino aquí. También me informó que el orfanato estaba dirigido por una tal Bárbara Walker y que se expresaba en un inglés muy cerrado. Encontré en internet el sitio del orfanato en el cual tampoco figuraba la dirección en Haití, pero sí el teléfono y una dirección de e-mail, así que le envié un mensaje a esta señora.

Al cabo de unos días me envió la dirección y consulté la misma con Maxon, mi gran amigo haitiano, que además siempre estuvo presto para satisfacer todas mis inquietudes, caprichos, gustos y necesidades. Me informó que no quedaba muy cerca y le facilité el teléfono para que hablara con esta mujer y le comentara mi interés. Luego de la charla quedamos en que podía ir acordando previamente el día y la hora de la visita. Tras algunos frustrados planes pudimos urdir uno más para el sábado 17 pero su concreción pendía de algunos detalles como ser que a Maxon le devolvieran el auto que había alquilado a un amigo. La necesidad de utilizar el auto de este amigo se debía a que desplazarse en Haití es dificultoso, me comentaron que existen algunos taxis, pero tras una estancia de seis meses, no sé qué aspecto tienen, cómo se puede contratar uno y ni siquiera estoy totalmente seguro de su existencia; otro medio de transporte son los llamados “motoconchos”, también presente en Rep. Dominicana, que son ni más ni menos que motos de alquiler que transportan una, o, más ajustadamente, dos personas. El tránsito en Puerto Príncipe es tan alocado que la utilización de estos medios es temeraria.

A eso de las 13,30 hs de ese sábado llamé a Maxon para ver si había conseguido el auto, me respondió que sí y que en algo más de una hora estaría por el hospital. Se demoró un poco más, llegó a las 15,30 hs y estaba dudando en ir porque el alternador de su vehículo no andaba, por ende la batería no tenía carga y el auto no arrancaba, le dije que lo empujábamos, acordamos la tarifa y nos embarcamos con Gonzalo y Felow, otro de los haitianos que está trabajando en el hospital. El orfelinato quedaba a unos 10 km, teníamos la dirección pero no estaban muy seguros de donde era exactamente. Previamente Maxon había hablado al lugar para preguntar si podíamos ir, pidió alguna información adicional de cómo llegar y tanto él como Felow se comunicaban constantemente a medida que nos acercábamos al lugar para ver si el camino tomado era el correcto, también le íbamos preguntando a los locales.

En Haití todo es difícil, ya lo dije antes, pero bien vale repetirlo, desde conseguir medios de transporte hasta poder ubicar un lugar, ya que las calles no están señalizadas, la consulta a la gente da como resultado o desconocimiento sobre lo que se lo interroga o respuestas equivocadas. El tránsito es caótico y una mezcla de autos, camiones, motos, bicicletas y peatones casi sin leyes hace que los atascamientos sean frecuentes; salvo unas pocas arterias principales, el resto de las calles están en malísimo estado. Cuando estábamos cerca, se paró el auto, nos bajamos a empujarlo pero parecía que había echado raíces en el suelo, entre tres no podíamos moverlo ni un centímetro, no entendíamos lo que pasaba. Tardamos unos 15 minutos en hacerlo arrancar. Me llamó mucho la atención que cuando se descompuso el auto había a muy pocos metros más de diez personas que contemplaban nuestro esfuerzo y la inutilidad del mismo y tan sólo una de ellas se arrimó a ayudarnos. Cuando un hecho de éstos ocurre en algún otro país, las personas se arriman e inmediatamente se soluciona el problema. Acá solo se limitaban a contemplar la escena y permanecían impasibles aún cuando Maxon y Felow les habían pedido auxilio. Esto me impresionó como una brutal ausencia de solidaridad. Más tarde me explicaron que esta actitud se debía a ciertas expresiones de conflictos o diferencias sociales más complejas que sería un poco largo de explicar y quizás deba o pueda hacerlo en otro contexto narrativo.

Luego de hacer arrancar el auto y dado el mal estado del camino decidimos continuar a pie. Maxon se quedó en el auto en marcha por temor a que no arrancara nuevamente, así que había prisa en encontrar el lugar y cumplir con el cometido.

Encontramos el orfantato y entramos. Felow, como muchos haitianos, habla creole, francés, inglés y español, así que oficiaba de intérprete. Había una mujer local y luego llegó la directora, Bárbara Walker, una mujer de unos 60 años, rubia, usa vestidos amplios aunque con poco espacio libre, creo que es norteamericana. Ya sabía que nuestro objetivo era tomar fotos de Maki, que resultó ser un gordito divino, simpático, portador del clásico y tremendo par de ojazos tiernos propio de estos niños. Estimo que debe tener entre seis y ocho meses. Lo fotografiamos, lo pasamos de brazo en brazo, lo comimos a besos, luego tomamos fotos de otros niños que iban a ser adoptados por padres argentinos, entre ellos conocimos a Margarita, Lorenzo y Berta.

Bárbara nos hizo pasar a su oficina, nos mostró algunas carpetas en las que estaban los expedientes de muchos adoptantes. La visita fue placentera, bella, el orfanato está muy lindo, para lo que se puede considerar lindo en Haití, se nota que los niños están muy bien atendidos. Había gente blanca, probablemente norteamericanos, haciendo trabajos de construcción. No pudimos disfrutar mucho porque teníamos prisa debido a las condiciones del vehículo, así que habremos estado unos quince minutos y tuvimos que retornar. El viaje de vuelta fue lindo, demoramos unos veinte o treinta minutos, paramos a echarle aceite al auto y Maxon casi se quema al sacar la tapa del motor. Durante una charla muy amena ellos quedaron muy sorprendidos cuando les comentamos que en Argentina la escuela primaria, secundaria y superior es gratuita. Maxon nos preguntó entusiasmado si él podía ir a estudiar a nuestro país, si podría conseguir trabajo y muchas cosas más. Le respondimos que podía ir, que reciben a estudiantes extranjeros en las mismas condiciones que los nativos, que con tantos amigos argentinos que había hecho en estos años de alguna forma le conseguiríamos trabajo. Le dije por ejemplo, que además de Gonzalo, yo y algunos más, en los padres de Maki ya tenía unos potenciales amigos desconocidos, que seguramente podrían hacer algo para devolverle la gentileza y las ganas que puso en todo esto, así que quedó plantada seguramente una semillita en su cabezota.

Ya de regreso en el hospital nos bajamos los cuatro del vehículo, el destartalado Ford modelo 82 mostraba huellas de su fatiga, solamente le faltaba, como los de los dibujitos animados, ponernos una cara tristona, aunque mirándolo bien, la tenía. Merecía que su imagen quedara documentada así que posamos todos junto a él, como corolario de esta historia, que por la forma en que se desarrolló presenta todos los atributos de una aventura, de trama casi hollywoodense, y como tal, con final feliz.


Julio de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario