Información con respecto a la adopción de niños haitianos

Estimados lectores de este blog:

Muchos me han pedido que averiguara y les transmitiera información sobre el procedimiento a seguir para poder cumplimentar la adopción de un niño en Haití.

Los informes que siguen a continuación es lo que he podido recabar, son textuales, y espero que les sean de utilidad.

Solamente les pido a aquellos que puedan concretar este acto tengan a bien remitirme una foto del bebé para documentar mi álbum de bellos recuerdos.

Mayo de 2010





Cuerpos y Almas

Mi cuerpo está cubierto con borceguíes negros, chomba verde y pantalón camuflado verde haciendo juego con la chaqueta que muestra una cruz roja en uno de los brazos como distintivo del grupo de salud. Parada frente a mí está una persona vestida con una chomba marrón, pantalones camuflados y borceguíes marrones. Se trata de un nativo de Chile cuyo atuendo es el uniforme de todos los integrantes de la misión militar chilena en Haití. Mientras nos muestran las instalaciones del Batallón Carreras instalado en Cap Haitien esta persona me es presentada por un suboficial de aquel país.

Cualquier militar responde a una presentación mencionando su rango y su apellido a continuación. Inmensa fue mi sorpresa cuando, de un esperado “mayor”, “suboficial”, “cabo primero”, etc, y sobre todo teniendo en cuenta la vestimenta, brotó de su boca la denominación “capellán” y un apellido que no recuerdo. Siempre me pareció discordante y paradójica la figura de un capellán rogando a Dios por el éxito y la vitalidad de los integrantes de su ejército y por el otro lado, o sea en las filas del ejército enemigo, otro capellán pidiendo lo mismo. En menudo compromiso lo ponen al supremo creador.

No es mi intención en estas líneas hacer una apología de los diversos errores de la religión ni discutir sobre aquellos puntos conflictivos, es más, situaciones como éstas llevan a reflexionar, inclusive a auto cuestionarse.

Esto quiere decir que en ocasiones uno acostumbra a observar y criticar, a veces no sin dureza, acciones o actitudes en el prójimo y no se detiene a evaluar críticamente las propias.

Y a resultas de algunos pensamientos brota el siguiente resultado:
El desarrollo de mi vida se ha dado en tres profesiones, bioquímico, farmacéutico y docente; las dos primeras son áreas específicas de la salud y para definirlas en algún sentido, aunque sea metafórico, el objetivo final de éstas es reacomodar o colaborar en el reacomodo de cuerpos, que por alguna causa están rotos o funcionan erráticamente, o trabajar en la prevención para evitar que lleguen a este nivel de disfunción.

Los integrantes de las fuerzas armadas persiguen objetivos exactamente opuestos a los que me planteo como miembro del equipo de salud. Por supuesto, para con el enemigo.

El sólo hecho de estar temporalmente en las filas de esta institución hace que esté involucrado plenamente en sus actividades y consignas, al punto tal que, cuando yo habitualmente hablo de ejercicio profesional en este ámbito, el término equivalente es rol de combate, aunque el mismo resulte un tanto extraño y hasta ligeramente chocante, al menos para mí. Así, el rol de combate de un cocinero es alimentar a la tropa; el del chofer, transportarla; entonces el del farmacéutico es atender el cuidado de la salud.

Planteado de esta manera el tema, estoy realizando la actividad para la que me he formado pero con una aparente o real discordancia o incongruencia con los principios filosóficos de mi persona.

Volviendo entonces al capellán, parecería que mis dudas, críticas o análisis serían tan válidos para él como para mí; o sea que si pude haber puesto en tela de juicio algunas actitudes, en esta oportunidad parecería que puedo haber perdido la autoridad moral para ello.

Habría pues una única diferencia entre ambos: mi actividad se desarrolla principalmente en los cuerpos mientras que la de este buen señor es principalmente en las almas.

Mayo de 2010



MI-8

En los años ' 73 y ' 74, mientras cursaba mis estudios universitarios en Córdoba, utilizaba, como tantos otros estudiantes de esa época, un colectivo para ir desde el centro a la universidad. Estaba puesto al servicio de los educandos para transportarlos al comedor de esta casa de altos estudios. Era un armatoste, gris, desvencijado y ruidoso y que cumplía fielmente su misión diaria. Aproximadamente por esa época se estaba fabricando en Rusia una máquina voladora llamada “helicóptero” que responde a la nominación MI-8 y que el día 16 de abril de 2010 fue la encargada de transportarme desde Puerto Príncipe hasta Cap Haitien, a los fines de disfrutar de mi licencia mensual correspondiente. Era mi primera experiencia en este tipo de aeronave y me sentía tan ansioso como un niño que sube por primera vez a una calesita.

Este helicóptero está al servicio del personal de la Minustah de la ONU y efectúa diariamente el trayecto Puerto Príncipe – Cap Haitien y viceversa. A las 6 de la mañana estaba en el aeropuerto haciendo el check in y a las 7,30 embarqué en ese bólido de un color blanco maculado por el hollín desprendido de sus gases de escape y con las letras UN pintadas en su fuselaje. El habitáculo de pasajeros tenía unas dimensiones de unos 4 por 2 metros, con bancos en los laterales que daban cabida a unas 16 personas que quedaban sentadas con las ventanillas a sus espaldas. Entre ambas hileras, en la parte central, iba el equipaje sujeto por una malla de contención.

Al color gris perla de su interior lo definiría como gris ruso, pues todo lo proveniente de ese país lo relaciono con ese color. Carteles indicadores escritos en ruso y en inglés, todo chapa y remaches más la sensación, luego del arranque de sus motores, de que se podía desarmar en mil pedazos podían conformar un ambiente sicológicamente hostil para alguien susceptible, pero cuando uno se guía por la lógica de que no pueden estar utilizando un vehículo que no brinde mínimas garantías de seguridad y confía en ello, cualquier temor desaparece, entonces todo se reduce a disfrutar la experiencia.

El habitual cosmopolitismo que impera en este ambiente se veía reflejado en la composición del pasaje: un policía canadiense; un policía yankee; 3 militares nepaleses; algunos civiles sin insignias a la vista; el personaje del vuelo, un yogui indio con una túnica naranja acompañado por un asistente local parecido a Bob Marley; dos militares uruguayos; un brasilero; a mi derecha iba la mulatona, una haitiana de unos 50 años, voluptuosa y además gordota y, por último, dos militares argentinos con su uniforme verde: Gonzalo y yo. Unos quince individuos en total.

El despegue es suave, emocionante como todo el vuelo, me sentía muy feliz con lo que estaba viviendo, uno de mis objetivos al venir a Haití se estaba cumpliendo. Resultaba muy dificultosa la observación por las ventanillas pues estaban a mi espalda, por lo que desabroché mi cinturón y aún así incomodé a mi columna para que mi mente disfrutara del paisaje. El día tenía un lindo sol por lo que se veían claramente muchas montañas de baja altura y valles entre ellas, un par de lagos de buen tamaño, algunos cultivos y las clásicas casas en el medio de la nada que uno ve en otras latitudes y se pregunta cómo hacen para vivir allí. Este tipo de viaje es más disfrutable que el de un avión, pues como el vuelo es a baja altura -estimo que entre 700 y 1000 metros- no hay nubes que impidan la visualización.

El helicóptero realiza una primera parada en una ciudad llamada Hinche y luego una segunda en Fort Liberté haciendo mis delicias pues no solamente disfrutaba del vuelo sino de los aterrizajes y despegues que son la parte más linda de esto.

En Fort Liberté se quedó la mulatona y mientras esperábamos la partida nos acercamos con Gonzalo al yogui, pelo un poco largo, barba mediana, medio petisón y gordito, de sonrisa afable. Nos contó, un poco en inglés y otro poco en español, que era supervisor de jardines de infantes y escuelas primarias y que iba a Cap Haitien a dar charlas sobre filosofía yoga, que conocía Argentina, Brasil y muchos otros países de América. No me quedó muy claro lo de “supervisor”, en el sentido de que no sé para quién trabaja -me olvidé de preguntarle-, pero indudablemente su aspecto físico, su indumentaria, la túnica naranja y su actividad le daban un gran toque de pintoresquismo a esta aventura.

A eso de las 9,30 arribamos a Cap Haitien, la segunda ciudad de Haití, con una población de 120 mil habitantes, sita en la parte norte de la isla en las costas del Mar Atlántico.

El viaje de regreso fue mejor aún porque había un sol casi pleno, algunas ventanillas venían abiertas lo que permitió que tomara centenas de imágenes fotográficas. En ambos viajes se nos proveyó de auriculares para proteger los oídos del ruido de este mastodonte. En el de ida los usé, en el de vuelta los evité totalmente ya que era tolerable y no quería privar a mis sentidos de ningún registro. Terminé exultante esta aventura tras haber vivido dos viajes apasionantes y felicísimo por haber disfrutado cada minuto de ellos.

Mayo de 2010


Reloj biológico universal

Muchos animales tienen relaciones particulares con los seres humanos. Así, el caballo es utilizado como medio de transporte, el perro como guardián, la paloma como correo y el conejito de indias como conejito de indias, entre otros. El gallo, ancestralmente, ha realizado una actividad específica y única: ha sido el encargado de indicarle al hombre el fin de su vigilia comunicando la aparición del astro rey, el sol, mediante la emisión de sonidos especialmente conocidos como el canto del gallo u onomatopéyicamente como ki-kiriki.

En el predio del Hospital Militar Reubicable, sito en Haití, pululan algunos ejemplares de estas gallináceas, correspondientes a una variedad con un porte un tanto más pequeño que los que solemos ver en Argentina, y con plumas cuyos colores alternan el negro, el marrón y el blanco. Nos, los integrantes del personal del hospital, desde un primer momento nos sentimos sorprendidos e intrigados ante una misteriosa costumbre de estos animalejos que consiste en emitir su característico canto en horas que se clasifican como inusuales para el mismo; en pocas y simples palabras, estos gallos cantan cuando se les antoja (en apariencia) sin importar siquiera si es de día o de noche.

Al principio no le di mayor importancia a este fenómeno pero con el transcurrir de los días y ante la reiteración constante del fenómeno, la curiosidad fue creciendo. Entonces comencé con la observación y el registro minucioso de los momentos en que ejecutaban sus particulares registros sonoros. Como en todo exhaustivo trabajo de campo, tras una colección apreciable de datos se imponía a continuación un análisis de los mismos para encontrar alguna regularidad. Dicha regularidad no aparecía a simple vista y uno parecía estar frente a una de las claves como las que encontraban los personajes literarios del Código Da Vinci. Estaba tras la búsqueda de un Santo Grial de naturaleza animal.

Lo llamativo en los datos es que el canto se producía en determinados momentos del día pero con un leve desplazamiento horario que se evidenciaba con el correr de los días. Convencido de que el comportamiento de estos gallos respondía a algún patrón de conducta y de que ésta no era aleatoria, ocupé gran parte de mi tiempo de caminatas en solucionar este enigma, hasta que en un momento se vislumbró una idea bastante alocada pero aún por el hecho mismo de serlo no debía ser desechada, así que abandoné la caminata y recurrí presuroso a la búsqueda informática. Y ahí estaba, claro como el agua.

El Gallo Claudio, Olegario el de Doña Jovita, el gallo Pinto del cancionero popular, son muestras de algunas de estas aves que han trascendido las fronteras del gallinero y ahora, una vez develado el misterio y que por tal ha dejado de serlo, seguramente el Gallo Haitiano se va a convertir en otra figura famosa y, con el tiempo, legendaria.

La explicación del fenómeno era simple, casi inverosímil, pero la concordancia de los datos hace esta hipótesis contundente. Ocurre que en el entorno próximo al hospital hay un cosmopolitismo muy marcado. Con sólo cruzar la calle encontramos lugares en que están alojados guatemaltecos, chilenos, jordanos, españoles, uruguayos y gente de otros varios países del mundo. Lo que hacen estos plumíferos, mediante una expresión muy sutil y particular de su labor natural, es anunciar el momento en que el sol sale en los respectivos países de origen de los seres humanos a quienes alcanzan con sus sonidos.

Como podrán imaginar, este estudio es la apertura de una nueva puerta al conocimiento que genera nuevos interrogantes tales como, por qué y para qué tienen este comportamiento, cómo hacen el reconocimiento de nacionalidades, cómo determinan los horarios de salida del sol en los lugares de origen de las diferentes personas, etc.

Así es la ciencia, con cada nueva puerta que se abre, aparecen una multitud de otras nuevas por abrir.

PD: Si el lector llegase a creer que la actividad que uno desarrolla en este lugar es tan escasa que a uno le puede sobrar tanto tiempo como para tomar un registro exhaustivo de los cantos del gallo está muy equivocado, pues este relato es totalmente imaginario a excepción de la realidad de los aparentemente aleatorios ki-kirikises. El hecho de que estos gallos cantan a cualquier hora es totalmente cierto y por lo tanto la pregunta sigue en pie: ¿Por qué cuernos cantan a cualquier hora?
A propósito… acaba de cantar un gallo. En estos momentos son las 11,30 PM en Haití. Caramba, qué casualidad, está saliendo el sol en Nepal…


Mayo de 2010