El vudú haitiano

Primera parte

La religión vudú está presente en varios países de América y con modalidades diferentes debido a las evoluciones propias de cada región. Así como el español que se habla en España, en Argentina o en México presenta las particularidades características de cada lugar, el vudú haitiano tiene también su perfil propio. Es el credo que predomina en este país y su origen se remonta a los tiempos en los que era colonia francesa. Fue traído por los esclavos negros procedentes de Dahomey, actualmente la República de Benín, África, y se la define como un sincretismo -unión de doctrinas filosóficas diferentes- debido a que es una mezcla de la religión católica con ritos africanos. Esta fusión se produjo debido a que los colonos habían prohibido a los esclavos negros la práctica de otra religión que no fuera el catolicismo por lo que, escudándose en la imagen de la religión impuesta fueron incorporando clandestinamente los rituales que les eran propios. A lo largo de los últimos trescientos años ha ido evolucionando hasta llegar a ser una religión tan estructurada como las religiones occidentales más importantes.

La base del culto vudú consiste en la práctica de danzas rítmicas, acompañadas de tambores, cantos, invocaciones corales y mímica rítmicamente ejecutada, que conduce a los prosélitos a entrar en estado de posesión estática. Los estudiosos sostienen que esta religión surgió como mecanismo de defensa ante el sistema esclavista y en consecuencia lo consideran como un culto «de evasión» ya que, a través del éxtasis experimentado, el individuo se siente liberado de la opresión social, cultural y religiosa que han padecido las comunidades esclavas durante siglos.
Se la caracteriza como animista debido a que le atribuyen vida y poderes a objetos de la naturaleza.

La etimología de la palabra vudú es bastante discutida: algunos afirman que proviene de Vaudoux que significa literalmente "hechicero negro'' y que a su vez deriva de la palabra francesa Vaudois, la cual hace referencia a las prácticas de hechicería. Otros investigadores sugieren que procede de la voz africana vudú, que significa el “omnipresente” o sobrenatural, y cuyo símbolo es una serpiente no venenosa.

Las ceremonias son conducidas por sacerdotes que reciben el nombre de Hougan si es un varón, y de Mambo si es mujer.

En general, en el vudú se considera que existe una entidad sobrenatural última, llamada de diversas maneras, siendo las más habituales Bondye (Bon Dieu, Buen Dios) o Mawu. Esta entidad rige el mundo sobrenatural pero es inaccesible y permanece ajena al mundo de los humanos, por lo que la comunicación con ese mundo sobrenatural ha de llevarse a cabo a través de los numerosos loas (el Barón Samedi, la Maman Brigitte, Damballa, etc), entidades también sobrenaturales que actúan como deidades intermediarias y que conforman, de hecho, el eje central del vudú, teniendo cada uno de ellos una personalidad diferente y múltiples modos de ser alabados (mediante canciones, bailes, símbolos rituales y otros). Son el equivalente de los santos en la religión católica.

El aspecto central de esta religión, que algunos prefieren llamar secta, es la curación de enfermedades. Probablemente constituyen el 60% de la actividad del vudú. Los curanderos curan con hierbas, fe sanadora (con la ayuda de los loas y otros espíritus) y, hoy día, incluso con medicinas convencionales.

Según varios autores, Hollywood es responsable en gran medida de que el imaginario popular vea en el vudú prácticas satánicas, zombies y muñecas clavadas con alfileres. Puede que esto sea sólo un extremismo, como suele suceder en muchos credos, ya que parece tratarse de una religión más, que sólo intenta mitigar la angustia del humano que no alcanza a responder las dos preguntas mágicas de la filosofía: ¿Qué somos? y ¿Para qué estamos?

Una frase interesante que hay en la bibliografía dice que el vudú es “una herramienta para la existencia”, aunque en realidad lo fue para la subsistencia, ya que se transformó en una defensa espiritual para soportar las durísimas y terribles condiciones humanas que soportaron los esclavos de esta región.

Segunda parte

Conocí a un negro -en Haití, así como en otros países, no está bien visto referirse a las personas de tez oscura como “negros”, se aconseja hablar de gente de color, morenos, morochos, etc, pero yo digo “negro” en el sentido simpático y no peyorativo de la palabra, en consecuencia voy a seguir escribiendo en estos términos-, repito, conocí a un negro…, que oficiaba de ayudante de cocina en este preciso recinto del Hospital Argentino. Flaco, bastante flaco, cara de atorrante, sonrisa espontánea, unos 23 a 25 años, caminar desgarbado y desprolijo, habla un español confuso y responde al nombre de Onaga y es muy, pero muy negro. Luego de esta descripción puede resultar sorpresivo y hasta poco creíble que este buen muchacho sea un Hougan, o sea un sacerdote, cura, pastor, líder religioso, priest, obispo o como se lo quiera llamar, perteneciente al culto vudú. Una tarde estábamos Gustavo, uno de los enfermeros, y yo, charlando con Onaga.



Nos enteramos de su actividad religiosa durante el transcurso de la charla y ésta concluyó con una invitación a presenciar una ceremonia importante que él iba a conducir y que se realizaría en la segunda quincena de junio, un domingo por la noche, tal es la costumbre. Nos estaba permitido tomar fotografías e inclusive filmar, la ceremonia dura unas cuatro horas y participaríamos de una cena -habíamos contratado el paquete all inclusive-. No sin cierta ansiedad preparamos nuestros aparatos de registro gráfico, pero un par de horas antes del evento la naturaleza nos aguó la fiesta: llovió a baldazos, en consecuencia la ceremonia fue suspendida. La concurrencia de Onaga a un congreso o retiro importante con sus pares, más lluvias en todos y cada uno de los domingos restantes hasta nuestro regreso a Argentina hizo que esta cita con la teología, una de las vivencias más particulares de esta experiencia, no haya podido ser plasmada. De todas maneras, la descripción del hecho, la simpleza de Onaga, el Hougan, y la apertura por él demostrada puede dar una idea, tal como a mí me sucedió, de la transparencia de esta creencia religiosa, y tal vez contribuir en alguna medida a su desmitificación.

PD: Lecturas sugeridas:


Agosto de 2010

5 comentarios:

  1. Tuve que hacer un trabajo para el colegio y su informe me resultó muy claro y preciso. Pude comprender bien de qué se trataba este culto
    Muchísimas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Decir " negro" no es de vanguardia, resulta absolutamente peyorativo, te recomiendo que antes de escribir te asesores con miembros de la asociación caboverdeana de Buenos Aires, que te van a orientar en la correcta utilización de varios vocablos.

    Tu cierta fama de inteligente no se advierte, más bien deduje que tu "ego" funciona en superlativo, además pareciera que la misión humanitaria para la que te enviarion se vió opacada por tu vanidad.
    Todo tu autoelogio y la descripción de precariedad de los demás hacen que tus cronicas se lean como : el blanco autosuficiente e instruído y el negro necesitado, débil, sumiso y agradecido. La realidad es que la población a la que te referís habla tres idiomas, tienen un coeficiente intelectual que supera los 120, muchos son médicos excepcionales pero sus circunstancias no acompañan lo referido por agentes internos y sobre todo externos, además de gente como vos que tangencialmente se erige en superior.

    ResponderEliminar
  3. Esta muy bueno me gustaria saber de esta practica mas y donde se puede practicarla

    ResponderEliminar
  4. En mi país, México, casi no hay personas de color oscuro. Y lo siento mucho defraudar a quienes quisieran que llamarle "negro" fuese siempre, siempre un término despectivo. Acá se le llama así, y cariñosamente, a los mestizos de rasgos indígenas (absolutamente sin una gota de sangre africana); Quizás no se precise, pero creo que ni siquiera los afroamericanos son tan despreciados y vejados como los aborigenes de Latinoamérica.

    ResponderEliminar
  5. En mi país, México, casi no hay personas de color oscuro. Y lo siento mucho defraudar a quienes quisieran que llamarle "negro" fuese siempre, siempre un término despectivo. Acá se le llama así, y cariñosamente, a los mestizos de rasgos indígenas (absolutamente sin una gota de sangre africana); Quizás no se precise, pero creo que ni siquiera los afroamericanos son tan despreciados y vejados como los aborigenes de Latinoamérica.

    ResponderEliminar