¿Dónde hay un mango, viejo Gómez?

Tal es el título y un par de versos de una ranchera, pieza musical típica del cancionero popular argentino. En ella se hace referencia al “mango” como sinónimo de dinero. Acá la idea es referirme a un homónimo –dícese de aquellas palabras que se escriben igual pero que tienen distintos significados- que alude a un árbol y su fruto.

La pampa tiene el ombú, la Recoleta su gomero, Doña Paula Albarracín tuvo su higuera, Newton su manzano y El Principito su baobab. Estos son algunos ejemplos de árboles que trascienden en el tiempo o que participan activamente con el entorno humano cercano y que, por diversos motivos, han adquirido cierto prestigio. En el predio del Hospital Militar Reubicable sito en Haití hay un árbol que disfruta de esta condición particular: EL MANGO. Normalmente no acostumbro a usar la letra mayúscula de esta manera inapropiada, pero ocurre que quise diferenciar a este ejemplar en particular porque su utilización como punto de referencia ha convertido su nombre genérico en nombre propio; cuando se intenta dar la ubicación de una persona se dice “lo vi recién cerca del mango” y uno no tiene ninguna duda acerca de qué mango están hablando, a pesar de que en este lugar existen otros de esta misma especie pero que permanecen virtualmente ignorados.

Magnifera indica, tal su nombre botánico, es un árbol que crece en zonas cálidas y tiene un fruto cuya pulpa es carnosa, dulce, fibrosa, con un profundo aroma y de muy buen sabor. Son originarios del norte de Birmania y noreste de la India, siendo éste último el mayor productor del mundo. Fue traído al continente americano por los portugueses en el siglo XVIII y constituyen un hecho anecdótico -más bien un anacronismo- aquellas escenas de las películas La Misión y Apocalipto en las que se observan estos árboles y sus frutos cuando todavía no existían en estas tierras. En Argentina crece y su fruto es consumido en las provincias del noreste y es poco habitual verlo en las verdulerías del resto del país.

EL MANGO del hospital en realidad no es uno solo sino que son cuatro que funden sus copas en una sola aparente, con una generosa dimensión de unos 30 por 16 metros de superficie cubierta y una altura de unos 12 metros. Más de un millar de argentinos, integrantes de las 12 misiones en Haití, han transitado y han sido acogidos por su sombra. Su memoria conserva latente una multitud de sentimientos y sensaciones tan disímiles como contradictorios, alegrías, tristezas, nostalgias, esperanzas, intrigas, proyectos, amores, odios, pasiones, dudas, certezas, problemas, soluciones, descansos, fatigas, apetitos, saciedades, risas, sonrisas, fiestas, rencores, peleas, riñas, escarceos, conciliaciones y tantas más.

Da frutos durante todo el año pero de manera más abundante en el mes de Mayo. Y lo hace de esa manera tan natural del reino vegetal ayudado por la fuerza de la gravedad: los deja caer. Por ello durante todo el año en general y en esa época en particular, cuando las personas abajo presentes escuchan un ruido de hojas que indica que uno de estos frutos las están atravesando en su camino al suelo, automáticamente levantan sus brazos para protegerse de un probable impacto de uno de éstos en las correspondientes cabezas.


Muchos recuerdos seguramente pasarán o han pasado al olvido de los argentinos que han estado en Haití pero seguramente este noble portento debe quedar ocupando un lugar especial e indeleble en su memoria.

Pd: Aún considerando que la poesía no es precisamente mi debilidad literaria, no pude resistirme a incluir como postdata este poema dada su belleza y pertinencia y que me fuera enviado por Silvana, mi correctora de redacción.

Soneto

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

(Francisco Luis Bernárdez)

Julio de 2010

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