Un visionario

Hace unos meses atrás fui motivo de escarnio, burla y mofa casi popular en mi círculo más íntimo de amistades por haber concretado la adquisición de un artículo, tan novedoso como práctico, destinado a mitigar la molestia causada por algunos insectos. Esta acción fue, como dijera, motivo de chanza de algunos familiares y amigos que no supieron ver o no tuvieron la capacidad de aceptar, como suele ocurrir en muchas ocasiones, el espíritu visionario de la gente que los rodea.

Unos pocos días después de llegar a Haití, y recorriendo un mercado popular, me llevé una inmensa sorpresa. Entre los productos exhibidos para la venta estaba el mismo artículo que había generado mis pesares: “La revolucionaria paleta matamoscas eléctrica”. El ingenio y la agudeza humana llevada a su expresión más genuina, el comercio, había hecho extensiva la letalidad de dicho instrumento a otro insecto mucho más popular en esta isla: el mosquito.


Este elemento permite no solamente el exterminio de estos molestos insectos sino también la realización de una actividad física que contribuye a moderar el sedentarismo propio de nuestros tiempos. Puede servir además, dada su morfología, para efectuar una práctica, tanto más intensiva cuanto mayor sea la polución de insectos, y perfeccionar, si falta lo hiciere, el drive, la volea y el smash. En consecuencia, su uso desde temprana edad aumenta la probabilidad de que el seno de cualquier hogar cobije a un futuro émulo de David Nalbandian.


Se podría discurrir durante páginas y páginas las innumerables ventajas adicionales o derivadas de este particular adminículo, pero es mejor que cada adquirente lo descubra en forma personal, casi como una aventura del conocimiento.

Adjunto imagen testimonial, como elemento de prueba, con la intención de limpiar parcialmente mi prestigio y buen nombre, mancillado vilmente por cierta gentuza, y abrigo la esperanza de que en el futuro puedan tener un espíritu más amplio para así poder percibir las sensibilidades particulares de su entorno humano.


Como frase de despedida recurro a un vulgarismo popular: ¡Tomá pa' vos!



Abril de 2010




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