Maki

Allá por el mes de Abril recibí un correo electrónico en el que una mujer argentina me comentaba, previo pedido de disculpas por haberme escrito sin conocerme y tras haber conseguido mi dirección de correo, que estaba por viajar en Agosto a Puerto Príncipe con su marido para conocer a un niño que les había sido concedido en adopción e interrogándome sobre si tenía conocimientos de la existencia de algún pediatra argentino desempeñándose en este país, a los fines de contratarlo para evaluar el estado de salud del niño en cuestión. Mi respuesta fue que ignoraba si el profesional requerido pudiera existir, pero que en el hospital desempeñaban sus actividades once médicos y, si bien ninguno de ellos era pediatra, alguno, o un grupo de ellos en conjunta expresión de aptitudes, tendrían la capacidad para cumplimentar el examen requerido.

Con el correr de los días, y luego de ponerla en contacto con Lili, una de los miembros del staff médico, comenzamos con un intercambio epistolar, vía mail, chat y alguna comunicación telefónica, que terminó derivando en una promesa de intentar llegar hasta el orfanato en que se encontraba Maki a los fines de conocerlo, tomarle una fotografía, jugar un rato y transmitirle mis impresiones sobre el bebé.

En primer lugar debía averiguar la dirección, tarea que no fue sencilla; mejor dicho, en Haití nada es sencillo. Esta mujer, a quien voy a nombrar como Camila aunque no es su nombre real, me transmitió una que resultó no ser de este país, sino de Nueva York. Le comenté a Camila que no me resultaba demasiado cómodo ir a Nueva York y que seguramente Maki no estaría allí sino aquí. También me informó que el orfanato estaba dirigido por una tal Bárbara Walker y que se expresaba en un inglés muy cerrado. Encontré en internet el sitio del orfanato en el cual tampoco figuraba la dirección en Haití, pero sí el teléfono y una dirección de e-mail, así que le envié un mensaje a esta señora.

Al cabo de unos días me envió la dirección y consulté la misma con Maxon, mi gran amigo haitiano, que además siempre estuvo presto para satisfacer todas mis inquietudes, caprichos, gustos y necesidades. Me informó que no quedaba muy cerca y le facilité el teléfono para que hablara con esta mujer y le comentara mi interés. Luego de la charla quedamos en que podía ir acordando previamente el día y la hora de la visita. Tras algunos frustrados planes pudimos urdir uno más para el sábado 17 pero su concreción pendía de algunos detalles como ser que a Maxon le devolvieran el auto que había alquilado a un amigo. La necesidad de utilizar el auto de este amigo se debía a que desplazarse en Haití es dificultoso, me comentaron que existen algunos taxis, pero tras una estancia de seis meses, no sé qué aspecto tienen, cómo se puede contratar uno y ni siquiera estoy totalmente seguro de su existencia; otro medio de transporte son los llamados “motoconchos”, también presente en Rep. Dominicana, que son ni más ni menos que motos de alquiler que transportan una, o, más ajustadamente, dos personas. El tránsito en Puerto Príncipe es tan alocado que la utilización de estos medios es temeraria.

A eso de las 13,30 hs de ese sábado llamé a Maxon para ver si había conseguido el auto, me respondió que sí y que en algo más de una hora estaría por el hospital. Se demoró un poco más, llegó a las 15,30 hs y estaba dudando en ir porque el alternador de su vehículo no andaba, por ende la batería no tenía carga y el auto no arrancaba, le dije que lo empujábamos, acordamos la tarifa y nos embarcamos con Gonzalo y Felow, otro de los haitianos que está trabajando en el hospital. El orfelinato quedaba a unos 10 km, teníamos la dirección pero no estaban muy seguros de donde era exactamente. Previamente Maxon había hablado al lugar para preguntar si podíamos ir, pidió alguna información adicional de cómo llegar y tanto él como Felow se comunicaban constantemente a medida que nos acercábamos al lugar para ver si el camino tomado era el correcto, también le íbamos preguntando a los locales.

En Haití todo es difícil, ya lo dije antes, pero bien vale repetirlo, desde conseguir medios de transporte hasta poder ubicar un lugar, ya que las calles no están señalizadas, la consulta a la gente da como resultado o desconocimiento sobre lo que se lo interroga o respuestas equivocadas. El tránsito es caótico y una mezcla de autos, camiones, motos, bicicletas y peatones casi sin leyes hace que los atascamientos sean frecuentes; salvo unas pocas arterias principales, el resto de las calles están en malísimo estado. Cuando estábamos cerca, se paró el auto, nos bajamos a empujarlo pero parecía que había echado raíces en el suelo, entre tres no podíamos moverlo ni un centímetro, no entendíamos lo que pasaba. Tardamos unos 15 minutos en hacerlo arrancar. Me llamó mucho la atención que cuando se descompuso el auto había a muy pocos metros más de diez personas que contemplaban nuestro esfuerzo y la inutilidad del mismo y tan sólo una de ellas se arrimó a ayudarnos. Cuando un hecho de éstos ocurre en algún otro país, las personas se arriman e inmediatamente se soluciona el problema. Acá solo se limitaban a contemplar la escena y permanecían impasibles aún cuando Maxon y Felow les habían pedido auxilio. Esto me impresionó como una brutal ausencia de solidaridad. Más tarde me explicaron que esta actitud se debía a ciertas expresiones de conflictos o diferencias sociales más complejas que sería un poco largo de explicar y quizás deba o pueda hacerlo en otro contexto narrativo.

Luego de hacer arrancar el auto y dado el mal estado del camino decidimos continuar a pie. Maxon se quedó en el auto en marcha por temor a que no arrancara nuevamente, así que había prisa en encontrar el lugar y cumplir con el cometido.

Encontramos el orfantato y entramos. Felow, como muchos haitianos, habla creole, francés, inglés y español, así que oficiaba de intérprete. Había una mujer local y luego llegó la directora, Bárbara Walker, una mujer de unos 60 años, rubia, usa vestidos amplios aunque con poco espacio libre, creo que es norteamericana. Ya sabía que nuestro objetivo era tomar fotos de Maki, que resultó ser un gordito divino, simpático, portador del clásico y tremendo par de ojazos tiernos propio de estos niños. Estimo que debe tener entre seis y ocho meses. Lo fotografiamos, lo pasamos de brazo en brazo, lo comimos a besos, luego tomamos fotos de otros niños que iban a ser adoptados por padres argentinos, entre ellos conocimos a Margarita, Lorenzo y Berta.

Bárbara nos hizo pasar a su oficina, nos mostró algunas carpetas en las que estaban los expedientes de muchos adoptantes. La visita fue placentera, bella, el orfanato está muy lindo, para lo que se puede considerar lindo en Haití, se nota que los niños están muy bien atendidos. Había gente blanca, probablemente norteamericanos, haciendo trabajos de construcción. No pudimos disfrutar mucho porque teníamos prisa debido a las condiciones del vehículo, así que habremos estado unos quince minutos y tuvimos que retornar. El viaje de vuelta fue lindo, demoramos unos veinte o treinta minutos, paramos a echarle aceite al auto y Maxon casi se quema al sacar la tapa del motor. Durante una charla muy amena ellos quedaron muy sorprendidos cuando les comentamos que en Argentina la escuela primaria, secundaria y superior es gratuita. Maxon nos preguntó entusiasmado si él podía ir a estudiar a nuestro país, si podría conseguir trabajo y muchas cosas más. Le respondimos que podía ir, que reciben a estudiantes extranjeros en las mismas condiciones que los nativos, que con tantos amigos argentinos que había hecho en estos años de alguna forma le conseguiríamos trabajo. Le dije por ejemplo, que además de Gonzalo, yo y algunos más, en los padres de Maki ya tenía unos potenciales amigos desconocidos, que seguramente podrían hacer algo para devolverle la gentileza y las ganas que puso en todo esto, así que quedó plantada seguramente una semillita en su cabezota.

Ya de regreso en el hospital nos bajamos los cuatro del vehículo, el destartalado Ford modelo 82 mostraba huellas de su fatiga, solamente le faltaba, como los de los dibujitos animados, ponernos una cara tristona, aunque mirándolo bien, la tenía. Merecía que su imagen quedara documentada así que posamos todos junto a él, como corolario de esta historia, que por la forma en que se desarrolló presenta todos los atributos de una aventura, de trama casi hollywoodense, y como tal, con final feliz.


Julio de 2010

1,2,3: celeste, blanca y celeste

1-¿Dónde está la bandera idolatrada?: En primer lugar quiero hace hincapié en que estas palabras no son escritas a modo de crítica sino que constituyen la descripción de un hecho que me resultó sorprendente y que pueden mover a la reflexión, a la discusión y, en ocasiones, al sinceramiento.

El 20 de Junio próximo pasado se celebró el Día de la Bandera para el pueblo argentino. Como ya se sabe en este preciso año 2010 esta fecha acaeció en un día Domingo. Mi permanencia dentro de un contexto militar me mantenía expectante en cuanto a de qué manera se conmemoraría el aniversario del fallecimiento de Manuel Belgrano. El festejo era cronológicamente coincidente con el día del padre y las felicitaciones para éstos corrían por doquier. El día fue transcurriendo y la bandera ondeó solitaria, casi inadvertida y formalmente ignorada. Los lunes a primera hora, como habitualmente sucede, hay formación. Esta consiste en el agrupamiento del personal de salud y logístico ante sus correspondientes jefes, que a su vez se presentan ante el jefe de la misión, el cual procede a informar situaciones que deben ser de dominio público, advertir sobre errores o incumplimientos y comunicar eventos actuales o futuros. El informe terminó sin que se efectuara ningún tipo de alusión a la efeméride.

No alcanzo a comprender las razones del suceso; un olvido involuntario? Deliberado? Un cambio de costumbres protocolares? Sin embargo tengo la impresión de que la bandera es y sigue siendo un símbolo por excelencia en el ámbito militar.

En el sector popular la actitud hacia los símbolos patrios hace tiempo que viene en decadencia, no sé si eso es bueno o malo, al fin y al cabo son tan sólo objetos que sirven para materializar o para demostrar materialmente un sentimiento como lo es el sentir patriótico, pero el verdadero sentimiento no necesariamente debe ser exteriorizado por esos símbolos, en ocasiones éstos constituyen tan sólo un disfraz, el verdadero patriotismo se traduce en hechos.

2-Símbolo comunicador: El martes 15 de junio por la tarde salimos a caminar por Puerto Príncipe con dos médicos amigos. Al regreso de la misma pasamos por un supermercado a comprar algunas vituallas. Luego de haber hecho la compra, pasado por la caja y mientras esperaba a los amigos, se me acercó una persona y me preguntó: “¿Cuándo juegan el próximo partido?” Le contesté inmediatamente: “El próximo jueves”, y continuamos un diálogo ameno con él y otras personas que le acompañaban que resultaron ser médicos, estudiantes de medicina, enfermeros y farmacéuticos pertenecientes a una Organización No Gubernamental (ONG) de Puerto Rico llamada Iniciativa de Paz y que hace varios meses que están prestando atención en salud en Haití. Mis amigos se incorporaron luego a la charla, más tarde nos acercaron al hospital en su vehículo y el jueves a la noche fuimos invitados a cenar en la casa que ocupan. Todo ello derivó en una relación humana rica y fecunda. El elemento disparador de toda ella fue la bandera argentina que a la altura de mi corazón estuviera cosida en la chomba que portaba y que nos fuera entregada como parte del equipo.

3-Con la camiseta puesta: En los días de Junio de 2010 el celeste y blanco de nuestra bandera y la bandera misma es agitada con intensidad y los cuerpos de millones de argentinos residentes en Argentina y en diferentes partes del planeta están cubiertos por camisetas, dinámica ésta exacerbada por la actuación del equipo argentino de fútbol en la primera fase del campeonato. ¿Es necesario o imprescindible que el fútbol sea un factor mediador para que este símbolo adquiera la notoriedad que naturalmente debería tener? ¿El sentido de pertenencia a nuestro país es real o se trata tan sólo de identificar el país de origen para la lid deportiva? Bueno, al fin de cuentas y sea como sea, el sólo hecho de que flamee nuestra bandera en otras latitudes genera un hermoso sentimiento de nostalgia y el tener en la mano algo celeste y blanco de alguna manera y aún en una pequeña medida contribuye a acentuar el ser argentino.

Julio de 2010

Merci Messi

El destino, en ocasiones, tiene gentilezas con uno. El jueves quince de julio acaeció una de ellas. En la pizarra del comedor se anunciaba que el almuerzo iba a ser una hora antes de lo habitual y que luego había una reunión. Por razones particulares este cronograma resultó alterado: a eso de las 12:30 ingresó al hospital un muchacho menudo de estatura y de volumen corporal, pelo algo rojizo, casualmente desprolijo, barba de unos pocos días, sonrisa afable, bermudas, zapatillas, una remera azul con el logo y las siglas de UNICEF. Lo acompañaban otras personas con la misma remera y dos o tres más, bien vestidas y bastante corpulentas, denominadas guardaespaldas.

Era literal y realmente perseguido por la mayoría de las personas presentes en el hospital, hecho éste que era a duras penas contenido por los jefes y responsables de la seguridad de esta unidad militar.

La situación era realmente particular, el sujeto en cuestión no había concurrido como paciente sino como visita y se trataba nada más y nada menos que de la máxima estrella mundial del fútbol profesional, Lionel “La Pulga” Messi.

Inclusive yo, que no tengo una afición particular por este deporte, resulté contagiado por el fervor popular y me transformé en un cholulo más tratando de acercarme, saludarlo, solicitar un autógrafo, y una fotografía cerca de él. Todos estos objetivos fueron cumplidos: hoy, en mi ropero, presto a ser colocado en la valija con destino a Argentina, tengo uno de mis ambos con una firma de este buen muchacho y una veintena de fotografías de diferentes ángulos y momentos, que seguramente harán las delicias y la consiguiente sana envidia de muchos de mis amigos cuando recreemos vivencias de esta experiencia.

Lionel se marchó luego de casi una hora de permanencia en nuestro hogar temporario y en horas de la tarde comencé a recibir comunicados de mis familiares y amigos que me decían que en los canales de Argentina estaba circulando la noticia con una foto en la cual yo estaba casual, o no tan casualmente, muy cercano a la imagen central que ocupaba Messi.

Realmente disfruté tanto el momento que si pretenden adjudicarme el mote de ese personaje actoral del teatro cómico, Figuretti, NO – ME – IM – POR – TA, OK?



Julio de 2010

Acerca de hándicaps, caddies, cortes y quebradas...

Una forma de amenizar el tiempo libre, una vez culminadas las tareas a las que estamos afectados en nuestro hospital, consiste en la realización de actividad física que puede ser a través de la utilización del gimnasio, caminatas, running o diversas actividades deportivas. Entre estas últimas tenemos fútbol en la cancha del grupo aéreo, básquetbol en la playa de estacionamiento o ¡golf! en los links del hospital, construidos y acondicionados a tal efecto por un cultor extremo de esta disciplina, el Dr. Carlos Utrera. Según narra la leyenda -más precisamente por sus propias palabras- ha aprendido a desempeñarse comenzando a indagar la teoría, dio sus primeros pasos tomando un diccionario y averiguando la definición de la palabra habilidad. Una vez entendido este concepto continuó con la búsqueda semántica, hecho éste que le permitió nutrirse de una vasta gama de conocimientos que llevados a la práctica hicieron de él un maestro de este noble deporte. Ostenta la generosa marca de “3 bajo el par” y las malas lenguas dicen que hizo “un hoyo en una” el pasado 30 de febrero. Como es un maestro de la locuacidad aplica esta condición personal en el juego, de tal forma que le habla a las pelotitas hasta sumirlas en un estado hipnótico, tal como lo hace con sus pacientes en su profesión de anestesista; una vez que las hace llegar a este trance las pequeñas esferas quedan sometidas a su total voluntad haciendo las delicias de este jugador, y se dirigen mansa y resignadamente al hoyo elegido por su amo. Algunos ya están siguiendo sus pasos: el Dr. Gonzalo Teijeiro ha comenzado una práctica intensiva, el Dr. Carlos Brandan está dando sus primeros pasos en esta disciplina y este servidor, a partir de la próxima semana, comenzará como caddie del Dr. Utrera a los fines de embeberse de eagles, boogies y demás términos, amén de los movimientos adecuados, con el objeto de poder participar del Abierto del Hospital Militar Reubicable programado para la segunda semana de Julio.

Bromas aparte, Carlos es bastante más que un aficionado y aún sin llegar a ser un profesional, según dicen los que saben, ostentar “20 de hándicap” en este deporte es algo que no pocos envidian.

Otra disciplina recreativa que se practica con dispar regularidad es la danza que nos identifica a los argentinos en el mundo: el tango. Su enseñanza es impartida por el maestro del "dos por cuatro", Reinaldo Videla, un suboficial del ejército que emplea su capacitación como enfermero como pantalla para contagiar a todo quien se le acerque e inducirlo a armonizar los movimientos del cuerpo necesarios para este sensual baile.

A los fines prácticos, imparte las nociones básicas en primer lugar a los hombres, porque en el tango es éste quien debe hacer de conductor. La mujer se luce especialmente, pues la gracilidad y belleza de sus movimientos constituyen un especial atractivo, pero es el hombre quien, como una especie de titiritero, debe, mediante sutiles y precisas presiones de ambas manos, generar en la fémina la armónica y dinámica sucesión de movimientos.

Si bien no alcancé a hacer boogies, eagles, ni a ser un maestro tanguero, muy difícilmente hubiera podido imaginarme que Haití me permitiría aprender a sostener en mis manos un palo de golf, impulsar una pelotita y a desplazarme por una pista con rudimentarios y elementales pasos de tango.





Julio de 2010

Canaán... creciente fértil... (¡?)

El primer día de trabajo con los hermanos portorriqueños fue un viernes, día de recambio de grupo y de organización. Mi tarea consistió en colaborar con el acomodo de los medicamentos e insumos médicos que iban a ser llevados al día siguiente en el trabajo de campo y el almacenamiento de lo que traían de Puerto Rico los miembros que se integraban al equipo. El depósito de medicamentos tiene unos 50 metros cuadrados y el transporte al sitio de trabajo se hace en una treintena de valijas y bolsos rotulados con su contenido.

A las 5:30 del día siguiente empieza la labor diaria previo aseo personal y desayuno. Se cargan en una de las trafics todos los medicamentos y demás elementos que se despliegan en el sitio de acción.

El grupo humano es transportado en otra trafic y una camioneta y ese día estaba integrado por las personas descriptas en el artículo anterior - Iniciativa de Paz -, más un médico haitiano, cinco traductores y otro de los nuestros, el Dr. Carlitos Utrera, a quien recogemos en el hospital.

El sitio elegido es Cabaret, una ciudad que está a unos 30 km de Puerto Príncipe. Yo pensaba que nos instalaríamos en alguna plaza o lugar libre del centro de la ciudad, pero nos acomodamos en una loma en la que la vivienda más cercana se hallaba a unos quinientos metros. Los tres vehículos se colocan en forma de “U”, se arma el cobertizo que servirá de atención médica, se sujeta una tela de plástico para proteger los medicamentos del sol, se arma una carpa que sirve para consultas más íntimas –ginecológicas, por ejemplo - y se colocan cinco pequeñas mesas que servirán de apoyo para el material de los médicos, en cada una de ellas se coloca un pequeño set de medicamentos y tres sillas, una para el médico, otra para el traductor y una tercera para el paciente.

Los pacientes hacen cola a unos diez metros del lugar y uno de los integrantes del equipo o algún líder comunitario del lugar, va regulando el acceso de los mismos a la mesa de cada médico a medida que lo van solicitando. Los pacientes vienen de la citada ciudad, muy pobre por cierto, con una simpleza, silencio y estoicismo ante la adversidad admirables.

Junto con cuatro de los jóvenes atendemos los requerimientos de medicamentos de parte de los médicos. En ocasiones y ante la necesidad, se practican intervenciones quirúrgicas menores como eliminar abscesos o desbridar heridas, por ejemplo, y cuando es necesario también se colocan sueros.

La temperatura, como es habitual en estos días, ronda los treinta y seis grados, pero un buen viento contribuye a mitigarla, aunque se transpira mucho y hay que hidratarse continuamente. Cerca del mediodía comienza el almuerzo en forma rotativa para no interrumpir la atención. Éste consiste en alimentos enlatados, pastas, salchichas, picadillo, atún, etc.

La jornada de salud finalizó a las 14 hs y el registro indicó que se atendieron algo más de cien pacientes, un día “flojo” de trabajo. Luego procedimos a la limpieza del lugar, desarmamos el “circo”, guardamos todo en el vehículo de carga y retornamos a la casa donde bajamos todas las valijas, las rellenamos con medicamentos e hicimos los aprestos para el día siguiente. Charlas, bromas y música conforman un entorno muy agradable; un par de los miembros del equipo se van a preparar la cena. Antes de la misma alguno hace una invocación religiosa, acto que también se efectúa antes de salir a trabajar, es un grupo sumamente creyente. Ese sábado por la noche regresé al hospital porque necesitaba un poco de descanso.

El lunes a la mañana me pasan a buscar aproximadamente a las 7 hs. El día anterior, domingo, habían ido a un lugar cercano a la frontera con República Dominicana el cual, según la descripción, era prácticamente un desierto. Ahora nos dirigimos a un lugar ubicado veinte kilómetros al norte de Puerto Príncipe llamado, casi como una ironía, Canaán. Históricamente, Canaán era la zona que hoy comprende los territorios de Israel, Franja de Gaza, Cisjordania y parte de Jordania, Siria y Líbano y era conocida como creciente fértil. El término “Canaán” deriva de “cananeo” que en hebreo significa mercader.

La ironía a que hago referencia es por el término “creciente fértil”, el lugar es un páramo cuya única alteración a una naturaleza casi estéril, lo constituye la presencia humana. Estos hallan cierto cobijo en habitáculos -uso esta denominación porque no se me ocurre otra- consistentes en palos entre los que se hallan tendidos unos pedazos de plásticos de color azulado y blanco. En algunos espacios entre ellos han sembrado algunas plantas de maíz tan raquíticas y faltas de fructificación que parecen una broma macabra del reino vegetal. En cuanto al significado de mercader luego de esta descripción quizás puedan imaginarse que las posibilidades de “mercadear” algo en este medio son muy escasas.

Una vez en el lugar repetimos las operatorias, armamos el cobertizo, usamos otro propio del lugar para la farmacia y tendemos la carpa de consultas íntimas. Para esta ocasión se había sumado una doctora haitiana, así que el plantel médico se había aumentado a siete, más Chaco (el Director de la ONG Iniciativa Comunitaria, Dr. José Vargas Vidot) que hacía el papel de comodín pues era consultado periódicamente por alguno de ellos.

Se hicieron presentes dos medios de comunicación de Puerto Rico, un periódico y un canal de televisión.

Como de costumbre, la gente respetaba un orden estricto, sin alteraciones, sufriendo (o quizás no, por su habituación) el embate del sol, llegando a estar más de una hora en la cola. Fueron atendidos más de cuatrocientos pacientes y a todos ellos se les proporcionaron los medicamentos necesarios.

Las condiciones descriptas de las viviendas, cuyo número estimado es entre tres y cinco mil, las características del clima, más el déficit en la alimentación y en el acceso al agua potable, producen un alto impacto en la salud.

En algún momento de la jornada me acerqué a la carpa de atención íntima o reservada como la he llamado. Había una mujer con un bebé de pocos meses en sus brazos al cual se lo había canalizado para administrarle un suero pues tenía una deshidratación severa. En mi vida profesional me ha tocado estar en presencia de enfermos y muchas veces ellos eran niños, pero nunca me ha tocado que a la vez presentaran el atributo de “miserables”. La imagen de esta madre con su niño generó tal quiebre en mi estado anímico que tuve que dar media vuelta inmediatamente para no llorar frente a estos pobres seres.

Seis horas de trabajo en ese medio y en esas condiciones dejan exhausto a cualquiera. El retorno a media tarde no implicaba necesariamente el descanso porque, como ya dije, hay que reaprovisionar el equipo para el día siguiente. Al atardecer esta buena gente me regresa a mi hospital.

Por la noche, con mi cuerpo inmaculado tras la extracción de generosas capas de polvo y sudor pero con mi alma maculada por los golpes de tantas imágenes que insistían en pronunciar su dolor, una lluvia torrencial aumentó mi angustia al pensar en esos adultos, niños y bebés cuya única defensa contra los brutales embates de la naturaleza era un vulnerable pedazo de plástico.
Probablemente, por causa del fenómeno o combinado con alguna enfermedad, algunos de ellos hayan perecido. Si en realidad existe cielo e infierno y por su conducta a cualquiera de estos sujetos les correspondiera ir a este último, es muy probable que su estancia allí le resulte bastante más confortable.

Todos los días al final de la jornada, Chaco realiza una reunión en la cual evalúa fortalezas y debilidades, advierte sobre errores cometidos y alaba los aciertos del funcionar del equipo. El sábado por la noche explicó el programa de trabajo de la semana. El domingo iban a trabajar a la frontera, el lunes a Canaán, el martes al edificio que utilizan como clínica y el miércoles iban a ir a un barrio muy, pero muy pobre, cerca de donde ellos viven que, por sus niños panzones y de piernas y brazos delgadísimos por la desnutrición y por el entorno general de miseria extrema, pareciera tratarse de algún lugar del corazón de África. Esto quiere decir que la narración anterior no significa que lo que tuve oportunidad de presenciar es lo peor que se puede encontrar en este bendito país. A propósito de esta visita Chaco, fiel a su afición poética, expresó: “Las escenas que van a ver en ese lugar deben ser palabras que tienen que quedar escritas en las páginas de vuestro corazones”.

La poesía, en tantísimas ocasiones, hace referencia al amor; con esta frase Chaco hizo lo propio con una de las expresiones más significativas de este sentimiento: el amor al prójimo.


Julio de 2010

Iniciativa de paz

A mediados de junio salí a caminar junto a mis amigos, Gonzalo –el traumatólogo- y Carlos Utrera -el anestesista-. Cuando regresábamos entramos a un supermercado, luego de hacer mi compra y de haber pagado en la caja se me acerca una persona y me pregunta: "¿cuándo juegan el próximo partido?". Yo tenía puesta la chomba blanca con la bandera argentina bordada en el pecho, y que forma parte de la indumentaria que nos proporcionaron, hecho éste que delataba mi origen y se conjugaba con el fervor que despierta el campeonato mundial de fútbol.

Esta persona formaba parte de un grupo con el cual establecimos una charla y las correspondientes presentaciones. El autor de la pregunta era el Dr. Luis Rosado, portorriqueño, Mayor de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que muy pronto será ascendido a teniente coronel y el mismísimo presidente Obama le entregará las insignias de su nuevo rango. Con él estaban Alejandra, dos estudiantes de medicina y un comunicador social. Resultaron ser integrantes de una ONG de Puerto Rico denominada Iniciativa Comunitaria y estaban trabajando en una de sus ramas, Iniciativa de Paz – Misión Haití, que consiste en proporcionar atención en salud a la población carenciada de dicho país mediante un sistema que podríamos denominar “clínica móvil”.

Congeniamos inmediatamente, dialogamos un buen rato y luego nos acercaron al hospital. Un par de días después fuimos recibidos como huéspedes de honor en su residencia y nos deleitaron con sus comidas típicas.

Tenían necesidad de agua potable y desde ese momento el hospital les proveyó de ese vital elemento. Compartieron con nosotros la ceremonia central de entrega de medallas a los integrantes de Haití XII, lo cual fue algo sumamente emotivo y gratificante.

Esta relación derivó posteriormente en que, durante el período de nuestra última licencia, junto con el Dr. Carlos Utrera, nos acopláramos a este grupo de trabajo que realiza una tarea titánica y con ribetes de heroísmo que trataré de describir a continuación.

El edificio en el que se alojan es muy modesto y con escasas condiciones de habitabilidad para el estilo de vida al que estamos acostumbrados -de ahí también el término de heroísmo- pues no tiene aire acondicionado, ni ventiladores, ni heladera, se duerme en catres con colchones que lejos están de ser un sommier y cubiertos con tules para protegerse de los mosquitos.

Los grupos de trabajo se renuevan con una frecuencia semanal aunque algunos de los integrantes se quedan una quincena o más días. Entre todos se encargan de la limpieza y el orden y se alternan para hacer la comida de la noche, pues el almuerzo se realiza en el campo de acción. El trabajo es absolutamente voluntario, no remunerado e inclusive cada integrante se costea su propio pasaje de avión.

Los martes y jueves atienden en un edificio que la fundación adquirió para ser transformado, en un futuro cercano, en una clínica infantil; los sábados, domingos, lunes y miércoles salen con sus dos trafics y su camioneta y se instalan en distintos lugares de la ciudad o del país. El viernes lo dedican a recibir e instruir al contingente que se renueva y a reacondicionar los equipamientos sanitarios y logísticos.

Disponen de un surtido bastante importante de medicamentos donados principalmente por los laboratorios americanos asentados en Puerto Rico.

El viernes que llegué, además de Alejandra, a quien conocía, estaban Arnaldo, Héctor y Paco, estudiantes avanzados de medicina; Mitchell, un militar retirado, y Ginetta, una haitiana que estudia enfermería. Previamente habíamos pasado por el aeropuerto para buscar a Jimena y Coral, también futuros médicos, y a Bernard, que estudia economía y también es un colaborador activo.

La ONG es presidida por un médico llamado José Vargas Vidot que gusta de ser nombrado por su apodo: “Chaco”. Él había llegado tres días antes y durante el tiempo que compartimos, largas charlas mediante, tuve la inmensa fortuna de tener cerca de mí a una de las personas más brillantes que jamás haya conocido. Es portador de una protuberancia en el abdomen que cualquiera puede confundir con barriga cuando en realidad está producida por el tamaño de su corazón. Los malos, si pretenden seguir siéndolo, en su presencia deben taponarse los oídos, pues sus palabras son tan cautivantes como el canto de las sirenas de La Odisea: cualquiera que las escucha, en pocos instantes, se transforma en bueno. Es un líder nato, con una locuacidad envidiable y con el cual hemos coincidido en innumerables cuestiones profesionales y humanas.
Por lo que alcancé a percibir en él, por lo que me han referido y por lo que le he visto hacer, no me cabe duda de que Puerto Rico tiene, en este particular ser humano, un firme candidato para el Premio Nobel de la Paz.

Al término del primer día de trabajo se tomó el tiempo para editar un video que me obsequió y que muestra el accionar de esa jornada, es un regalo con un valor inmenso, epilogado con una frase de sutileza muy particular: “A todos los que creen que un mundo mejor es posible”.



Julio de 2010

Un casco azul, azul como el mar azul

Ya he hablado en alguna oportunidad del marino Víctor Salmeri, deteniéndome particularmente en las virtudes que hacen de él un tipo fantástico.

No voy a explayarme nuevamente en ellas porque sería redundante, aunque sí quiero comentarles que Víctor se ha llevado desde Haití hacia Argentina al menos tres galardones materiales aparte del insustancial pero honrosísimo hecho de ser uno de los llamados héroes del terremoto.

Estos galardornes son los siguientes:
  • La medalla por haber cumplido una misión en el exterior como Casco Azul.
  • Una nota de felicitación por su actuación en el accidente de una aeronave uruguaya.
  • Una nota de agradecimiento por su actuación en el terremoto y muy especialmente por su labor en la farmacia del Hospital Militar Reubicable. Esta nota fue enviada por el Dr. Eduardo Savio, presidente de la Federación Farmacéutica Sudamericana, y aprovecho la oportunidad para enviarle a este amigo un público agradecimiento por la actitud.

Bueno, Víctor, compañero de dos meses, bien merecido lo tienes a todo esto, y disculpa al bocachón de tu amigo Jorge que se empeña en gritar a los cuatro vientos el tipazo que sos. Perdona también que no puse tu grado militar pues sinceramente no lo sé, continúo sin aprender eso, y además sigo prefiriendo la utilización de la graduación humana “amigo Víctor”.

Julio de 2010

¿Dónde hay un mango, viejo Gómez?

Tal es el título y un par de versos de una ranchera, pieza musical típica del cancionero popular argentino. En ella se hace referencia al “mango” como sinónimo de dinero. Acá la idea es referirme a un homónimo –dícese de aquellas palabras que se escriben igual pero que tienen distintos significados- que alude a un árbol y su fruto.

La pampa tiene el ombú, la Recoleta su gomero, Doña Paula Albarracín tuvo su higuera, Newton su manzano y El Principito su baobab. Estos son algunos ejemplos de árboles que trascienden en el tiempo o que participan activamente con el entorno humano cercano y que, por diversos motivos, han adquirido cierto prestigio. En el predio del Hospital Militar Reubicable sito en Haití hay un árbol que disfruta de esta condición particular: EL MANGO. Normalmente no acostumbro a usar la letra mayúscula de esta manera inapropiada, pero ocurre que quise diferenciar a este ejemplar en particular porque su utilización como punto de referencia ha convertido su nombre genérico en nombre propio; cuando se intenta dar la ubicación de una persona se dice “lo vi recién cerca del mango” y uno no tiene ninguna duda acerca de qué mango están hablando, a pesar de que en este lugar existen otros de esta misma especie pero que permanecen virtualmente ignorados.

Magnifera indica, tal su nombre botánico, es un árbol que crece en zonas cálidas y tiene un fruto cuya pulpa es carnosa, dulce, fibrosa, con un profundo aroma y de muy buen sabor. Son originarios del norte de Birmania y noreste de la India, siendo éste último el mayor productor del mundo. Fue traído al continente americano por los portugueses en el siglo XVIII y constituyen un hecho anecdótico -más bien un anacronismo- aquellas escenas de las películas La Misión y Apocalipto en las que se observan estos árboles y sus frutos cuando todavía no existían en estas tierras. En Argentina crece y su fruto es consumido en las provincias del noreste y es poco habitual verlo en las verdulerías del resto del país.

EL MANGO del hospital en realidad no es uno solo sino que son cuatro que funden sus copas en una sola aparente, con una generosa dimensión de unos 30 por 16 metros de superficie cubierta y una altura de unos 12 metros. Más de un millar de argentinos, integrantes de las 12 misiones en Haití, han transitado y han sido acogidos por su sombra. Su memoria conserva latente una multitud de sentimientos y sensaciones tan disímiles como contradictorios, alegrías, tristezas, nostalgias, esperanzas, intrigas, proyectos, amores, odios, pasiones, dudas, certezas, problemas, soluciones, descansos, fatigas, apetitos, saciedades, risas, sonrisas, fiestas, rencores, peleas, riñas, escarceos, conciliaciones y tantas más.

Da frutos durante todo el año pero de manera más abundante en el mes de Mayo. Y lo hace de esa manera tan natural del reino vegetal ayudado por la fuerza de la gravedad: los deja caer. Por ello durante todo el año en general y en esa época en particular, cuando las personas abajo presentes escuchan un ruido de hojas que indica que uno de estos frutos las están atravesando en su camino al suelo, automáticamente levantan sus brazos para protegerse de un probable impacto de uno de éstos en las correspondientes cabezas.


Muchos recuerdos seguramente pasarán o han pasado al olvido de los argentinos que han estado en Haití pero seguramente este noble portento debe quedar ocupando un lugar especial e indeleble en su memoria.

Pd: Aún considerando que la poesía no es precisamente mi debilidad literaria, no pude resistirme a incluir como postdata este poema dada su belleza y pertinencia y que me fuera enviado por Silvana, mi correctora de redacción.

Soneto

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

(Francisco Luis Bernárdez)

Julio de 2010

El Cártel de Santo Domingo

Santo Domingo es la ciudad capital de la República Dominicana, país éste que ocupa algo más de la mitad de la isla La Española y que linda con Haití, que ocupa el espacio restante. Es una pintoresca ciudad, bulliciosa, colorida, de tránsito desprolijo, con fuerte presencia de edificios históricos de la época de la colonización española. Se rumorea que por estas tierras el comercio de la droga se efectúa con una ligereza superior a lo habitual. Sus habitantes son alegres y felices, y evidencian una falta de expeditividad por momentos un tanto exasperante, una especie de letargo bastante característica de habitantes de zonas cálidas y tienen dos particularidades lingüísticas: pronuncian la “r” como “l” -veldad?- y en muchas oportunidades esgrimen un modismo al comenzar a hablarle a uno: "ya tú sabes".

Durante mi período de licencia en la misión, con mi esposa, Edith, elegimos como un destino turístico a esta bella ciudad. Previo a nuestra llegada nos habíamos puesto en contacto vía correo electrónico con Adolfo Vogt, un argentino residente en dominicana, y con Alicia Sixto, una simpatiquísima y vivaz uruguaya, enfermera, que tiene 3 preciosos hijos con Pablo Viera, también uruguayo. Al día siguiente de nuestra llegada, Adolfo, espectacularmente solícito y afable, nos pasó a buscar y compartimos un almuerzo dominguero junto a otros argentinos, Juan Montilla, Roque Peralta (colega bioquímico devenido en director de una escuela de fútbol infantil), Enrique Landucci y Alejandro Sánchez. Todos ellos lideran lo que he dado en nominar como el Cártel de Santo Domingo, en analogía con aquellas organizaciones ilícitas destinadas al tráfico de drogas. Al igual que muchos de los habitantes de Santo Domingo que circulan por ella en posesión de armas de fuego, van armados de un arma fantástica cuyo nombre es amor al prójimo y la droga que trafican es la solidaridad.

Además del mencionado almuerzo también compartimos una cena el lunes y la fiesta del 25 de Mayo realizada el martes por la embajada Argentina en República Dominicana. Este relato resultaría poco trascendente o importante sino agregamos que este lindo grupo contó con la compañía de unas personas que ya van siendo figuras repetidas en este blog: Rolande Celestin, su hija Sandra Edoard y Osvaldo Fernández (El gendarme), todos ellos responsables del orfanato Rose Mine de Diegue. Compartimos unos momentos estupendos y Edith estaba especialmente fascinada porque jamás habría podido imaginarse la posibilidad de conocer a Rolande y a Osvaldo.

También tendría poco sentido este texto si tan sólo hubiera sido hecho para nombrar a los participantes de este encuentro, porque significaría una cuestión de interés sólo para los mismos. Pero hete aquí que a este grupo argento-uruguayo, a Edith y a mí nos une un interés común y es el poder hacer algo para ayudar a este orfanato.

Esta manga de bandidos dominicanos que he nombrado, junto a otros que no conozco pero que manejan las mismas armas y trafican la misma droga, han plasmado su conducta en la constitución de una ONG llamada Ayuda Sin Fronteras, cuyo propósito principal es ayudar a este tipo de instituciones humanitarias como el orfanato, y fue constituida pensando principalmente en el Rolande y Osvaldo. La dirección web del sitio de la fundación, que está en construcción, es http://www.ayudasinfronteras.net/ y su contacto de correo electrónico info@ayudasinfronteras.net.

Los lectores tienen, de este modo, una nueva vía para concretar sus intenciones de buena voluntad.

Junio de 2010

Los Tap Tap

Puerto Príncipe es la ciudad capital de Haití. Debe tener entre uno y dos millones de habitantes, no he podido tener una certeza ya que la información obtenida es dispar. También es cierto que los datos que hay de población de este país son escasos, ha habido intentos de realizar censos en los años anteriores pero, dado el primitivismo de la función pública y la gran cantidad de habitantes indocumentados, nunca se llegó a tomar alguna medida consistente y el terremoto dio por tierra mucho de lo que se había avanzado hasta el momento.

De todas maneras se trata de una urbe bastante importante por su cuantía poblacional. Es atravesada por unas cinco calles que van de este a oeste aproximadamente y por otro tanto que lo hacen de manera similar pero de norte a sur. Es fácil pensar que se trata de espacios de desplazamiento unidireccional y con la amplitud que se espera en cualquier urbanización adecuada. En realidad estas arterias troncales son unas calles muy angostas, bidireccionales y en muy pocas partes con divisorios centrales. Es por ello que el tránsito se condensa en estas arterias y resulta, por momentos, caótico. Del resto de las calles o callejuelas pocas tienen asfalto y son usadas para ir a lugares específicos, no para cruzar la ciudad, pues la mayoría de ellas son callejones sin salida. El plano de Puerto Príncipe parece delineado por un urbanista total y absolutamente borracho, es una maraña. Se asemeja mucho a la forma que toman las ajaduras que el paso del tiempo imprime sobre un cerámico.

El transporte público de pasajeros se realiza principalmente en vehículos que reciben el nombre popular de Tap Tap. La flota de este transporte está constituida por minibuses más pequeños que una Trafic y por camionetas carrozadas de marca Toyota o Nissan. Están pintados de colores muy vivos y con dibujos de diseño artístico a la manera de los colectivos de la Buenos Aires de antaño. La mayoría presenta en el frente y en los laterales consignas de contenido religioso como ser “Confiance en dieu”, “Merci L´Eterne”, “Merci Jesús”, “Merci Seigneur”, etc.

La moneda típica de Haití es el gourd también nombrado a veces como gourda. En este momento la relación con el dólar es de cuarenta a uno, o sea cada dólar equivale a aproximadamente cuarenta gourds. Es fácil hacer la comparación con Argentina pues allí la relación, también en el momento que escribo este texto -Mayo de 2010- , es de cuatro a uno entonces la conversión de gourds a pesos argentinos consiste en correrle una coma a la izquierda, así 80 gourds serían 8 pesos y 427 gourds, 42,7 pesos. También está el dólar haitiano pero es una moneda cuya presencia física creo que es inexistente, aunque en algunos negocios y restaurantes la lista de precios está en esta moneda, y el cambio es de siete dólares haitianos por cada dólar americano, moneda esta última con la que nos manejamos habitualmente.

Un viaje en un Tap Tap cuesta 10 o 15 gourds o gourdas, o sea 25 y 37 centavos de dólar, nada barato para los magros sueldos haitianos (un trabajador gana cuatro dólares diarios) pero a algunos de los haitianos consultados no le parece caro. La diferencia entre 10 y 15 gourds está dada por la distancia o por la hora del día.

Los vehículos están en su mayoría en malas condiciones, hecho que se agrava por la mala calidad de las calles por la cantidad de baches que presentan. La cantidad de gente que transportan es casi increíble, cuando llegan a un final de línea empieza a bajar gente de manera tal que se asemeja a los pañuelos que un mago saca de su galera, una cantidad muy superior a lo imaginable.

Por último es interesante comentar el origen de su nombre: Tap Tap. Es la onomatopeya del sonido producto de golpear las manos en alguna de las partes metálicas del carrozado a los fines de indicarle al conductor el deseo de apearse.

Junio 2010

Gonaïves: una ciudad indescriptible

No me resultó fácil titular este texto, a tal punto que incurrí en una falacia pues digo que es una ciudad indescriptible y a continuación prosigo con la descripción. Argucias infudamentadas de la literatura.

La ciudad de Gonaives es la tercera ciudad, en cantidad de habitantes, de Haití, aunque este dato en este país es muy dudoso dado la escasez de registros de población que posee. Se estima en 100 mil el número de almas que la habitan aunque luego del terremoto ocurrió una migración importante desde Puerto Príncipe y otras zonas afectadas. Gonaives es una ciudad en cuya constitución física reina el polvo y la piedra, todo tiene un tono color tiza, es sumamente seco, llueve muy poco pero cuando ello ocurre generalmente es con mucha intensidad y como se halla en la base de un cerro, se suelen producir aludes que provocan grandes daños y en ocasiones cobran muchas vidas. Paradojas de la naturaleza. Además de la ciudad cuyo nombre tiene una “i” con doble punto, Haití cuenta con una Isla, un golfo y un canal de la Gonave. Vano fue mi intento de buscar el origen o significado de la palabra.

En este paraje del universo se encuentra asentado el grueso de las fuerzas militares argentinas, cuatrocientos sesenta individuos aproximadamente, cuya función es el mantenimiento de la paz en la región. Como toda unidad militar dispone de un área destinada a la atención de la salud de sus integrantes, lo que se da en llamar hospital de nivel uno, o sea la menor categoría en cuanto a complejidad. Todos aquellos casos clínicos que allí no se resuelvan son enviados a nuestro hospital que es de Nivel 2. De la medicación e insumos médicos que de Argentina se envía a nuestro hospital en Puerto Príncipe, una parte se deriva a este hospital Gonaives para que pueda contener la demanda.

Con el objeto de evaluar las necesidades de este establecimiento para el año 2011 y elevar el correspondiente pedido al Estado Mayor Conjunto, tuve que realizar un viaje a esta ciudad. El medio de transporte fue, afortunadamente, un helicóptero MI-8, igual que el que usara para ir a Cap Haitien, por lo que tuve, por segunda vez en poco tiempo, la aventura de desplazarme en este particular aparato. En la sala de embarque me encontré con el cónsul de Argentina en Haití, tiene unos 40 años, muy simpático y agradable, con el cual ya había tenido una conversación telefónica hace un par de meses y habíamos charlado un poco el día en que se realizó la ceremonia de conmemoración del Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea. Tuvimos un diálogo ameno especialmente sobre ciertas realidades de Haití y del accionar de la embajada aquí. Al igual que el viaje a Cap Haitien, y como suele ocurrir en todo aquello afectado a las Naciones Unidas, la constitución del pasaje era cosmopolita.

Una vez bajados del helicóptero, nos estaban esperando el comandante del batallón y sus subalternos principales, nos dirigimos a las instalaciones y con sorpresa vi que había una formación de unos cincuenta oficiales, solamente faltaba la banda. Por supuesto que no me estaban esperando a mí, sino al cónsul, pero como yo venía con él tuve que pasar por esa instancia, inclusive algunos hasta se me cuadraban y hacían la venia. En ocasiones suelo presentarme como “Encantado, Mayor Robledo”. Lo hago cuando estoy de uniforme y los interlocutores miran extrañados mi falta de jinetas, entonces me apuro en aclarar “Mayor de 50, soy farmacéutico y civil”. Sólo lo hago con pocos y con quienes aparentemente pueden tener sentido del humor o cuando estoy con algunos de los nuevos amigos que me presenta a algún conocido.

Salvadas las formalidades, fui hasta el hospital y estuvimos trabajando durante toda la mañana hasta la hora del almuerzo que reunía también cierta gala dada la presencia del funcionario. Luego continuamos trabajando una hora más y dimos por finalizada la tarea.

Faltaban unas dos horas para el regreso, así que fui hasta la sala de check-in a presentar mis papeles, una vez cumplida la formalidad y como quedaba bastante tiempo decidí abandonar el buen clima del aire acondicionado del lugar para internarme en el extremadamente cálido ambiente de las dos de la tarde de Gonaives para hacer una recorrida. Paró un camión pequeño que estaba llevando al cónsul en un “city tour” y me acoplé cuando tan sólo quedaba recorrer un par de batallones cercanos, lo cual no fue muy novedoso, pero sí una manera dudosa de disfrutar un sauna muy particular y por supuesto enfundado en el típico uniforme con chaqueta que ya estaba mutando su verde por un verde oscuro debido a la profusa sudoración.

Es habitual que el ser humano, por su natural ingenio e instinto se nuclee en lugares donde se tiene acceso a agua y nutrientes y, si es posible además, en donde la naturaleza sea pródiga en algún recurso que pueda generar dividendos económicos. La primera vista de Gonaives desde el aire es casi angustiante, pues nunca había visto algo tan parecido a un desierto con la particularidad de que había muchas casas, unos tonos que oscilaban entre un gris y un beige claro, unos pocos árboles de escaso follaje, un suelo de polvo y piedra, y a todo ello se suma el intenso calor que todo lo envuelve. No alcanzo a comprender cuál es la razón del asentamiento de gente en ese lugar.

Se me ocurre tan sólo una disparatada explicación: que todos sus habitantes sean muy malos, que sean conscientes de su maldad, que tengan garantizados para el más allá su pasaporte al infierno y que su estadía en este lugar constituya tan sólo una aclimatación al mismo.

Junio de 2010


Bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina - 28º Aniversario

Nadie alcanza a explicarme por qué, siendo el día exacto del aniversario el 1º de Mayo, la ceremonia se realiza el día anterior, viernes 30 de abril. Se trata de esa particular costumbre que se ha arraigado entre los argentinos en los últimos años y que consiste en cambiar el día de la celebración cuando el original cae un sábado o un domingo. Muchos se rasgan las vestiduras aprovechando esa oportunidad para criticar a las autoridades que las han instaurado, pero muy plácidamente se aprovecha la licencia que se otorga con la prolongación de los fines de semana para salir de turismo o hacer nada. Algo similar a cuando escucho decir que la misa del sábado “vale” por la del domingo y esa valía es otorgada por algún representante de la iglesia que de esa manera deja conforme a sus acólitos, pero, que yo sepa, la Sagrada Biblia dice que Dios hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo descansó, ese séptimo era el sábado pero después se instituyó el domingo y por eso los católicos le rinden o le deberían rendir culto en esa precisa jornada. Quien trabajara ese preciso día sería condenado a muerte (Éxodo 35:2).

La ceremonia en cuestión, la del Bautismo de fuego, fue programada inicialmente para las ocho de la mañana, pero su inicio se demoró hasta cerca de las nueve por algo que sucede con los funcionarios públicos: o están mal informados, o duermen hasta demasiado tarde, o quieren hacer resaltar su importancia haciendo esperar a mucha gente que por lo general está incómodamente vestida, ya sea por la falta de costumbre en el uso de algún atuendo o porque éste es inadecuado para el clima ya sea éste demasiado caluroso o demasiado frío.

En esta situación, el sujeto esperado en cuestión es el embajador de la República Argentina en la República de Haití; el atuendo en cuestión es el clásico uniforme militar argentino consistente en pantalón verde, borceguíes, chomba verde y chaqueta camuflada, a ello hay que sumarle, pues era una ceremonia de gala, el pañuelo celeste oscuro o azul -como se lo quiera ver- llamado peto y el casco azul que consiste en una boina de franela con un escudo de las Naciones Unidas. Estos dos últimos adminículos confieren una particular elegancia al uniforme pero también contribuyen grandemente a dificultar la disipación del calor de los cuerpos. El tercer aspecto de descripción es el clima, a casi un mes y medio de entrada la primavera, en un momento del día que el sol se encuentra a más de 60º sobre el horizonte la temperatura supera los 26º, expuesto a éste y parado sobre una superficie de cemento con un estar estoico durante una hora constituyen condiciones que son fáciles de soportar si se tiene la casi certeza de que se está viviendo una circunstancia excepcional, diferente e interesante.

Además del embajador, que finalmente llegó, se halla presente el cónsul, el jefe del contingente argentino, otros militares argentinos que trabajan para la ONU, los integrantes del grupo aéreo y el contingente del hospital. La ceremonia es emotiva, por un lado por escuchar el himno tan lejos de tu patria y por otro porque se recuerdan a los integrantes de la Fuerza Aérea que pagaron con su vida la triste experiencia de la guerra de Malvinas.

Luego de la lectura de algunas glosas y de un mensaje del Brigadier General y cuando el calor irradiado por el cemento había traspasado la suela de los borceguíes y llegado duramente a las plantas de los pies, haciendo pensar en la necesidad de tomar un curso con esas personas que caminan sobre las brasas, el acto llegó a su fin y se nos invitó a celebrar con un desayuno debajo del mango, lo cual confiere una idea del volumen de esta especie vegetal que permite albergar bajo su copa a más de 100 personas con las respectivas mesas portantes de la vajilla.

El menú del desayuno era un fresco jugo, unos exquisitos pasteles, pasta frola casera, unas medialunas locales y el punto final, que constituye una evidencia para la teoría circulante de que la participación en este tipo de misiones, en ocasiones puede generar alteraciones en el equilibrio mental, porque dadas las condiciones climáticas descriptas, la mayoría no dudamos en aceptar la última oferta gastronómica: ¡Chocolate caliente! ¡Y estaba riquísimo!

Junio de 2010



Citadella

Citadella, el Castillo de Cap Haitien, La Citadelle o La Ciudadela Laferrière, son distintas maneras de nombrar a una gran fortaleza localizada al norte de Haití, a unos 30 kilómetros al sur de la ciudad de Cap Haitien. Es la fortaleza más grande del hemisferio occidental y la más grande de toda América, está declarada Parque Nacional Histórico de Haití y en 1982 fue designada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es uno de los destinos más populares para los turistas que visitan la isla, pero se me ocurre que sólo unos pocos aventureros eligen a Haití como destino turístico, y menos aún pueden apreciar y disfrutar esta magnificencia de la arquitectura, por lo que resulta casi ignota para el mundo, a punto tal que la búsqueda en la mayor base de información popular del mundo que es Internet arroja sobre este tema un resultado muy pobre.

Fue construida por el emperador Henri Christophe entre 1805 y 1820 a unos 1000 metros de altura sobre el nivel del mar, con el doble objetivo de protegerse de una probable invasión de Francia para reinstaurar la esclavitud, y como muestra de la grandeza de la naciente nación. Albergaba un regimiento de quince mil soldados. En esta construcción trabajaron veinte mil obreros y la historia dice que murieron la mitad. La mezcla para unir sus piedras contenía elementos como cal, melaza y sangre de vacas y chivos que eran sacrificados derramando su sangre en las paredes en construcción, supuestamente para que los espíritus y dioses de la religión vudú le diesen poder y protección a la estructura.

La edificación cuenta con habitaciones reales, cuartos para sus oficiales, salones de reuniones, y una sala de billar, con calefacción. Había también espacios para la manufactura de pólvora, para almacenar municiones, hospital, calabozos y bóvedas. Sus paredes, de entre 6 y 9 metros de espesor, se levantan hasta más de 40 metros hasta el cielo.

Alejo Carpentier, un escritor cubano, escribió una novela titulada El reino de este mundo (*), ambientada en la época de la construcción de la Citadella, la describe así:

“En aquella mole de ladrillos tostados, levantada más arriba de las nubes con tales proporciones que las perspectivas desafiaban los hábitos de la mirada, se ahondaban túneles corredores, caminos secretos y chimeneas en sombras espesas.”

La excursión para ir a conocer este monumento partió desde el Batallón Carreras del ejército chileno sito en Cap Haitien. Íbamos con Gonzalo, el traumatólogo, y tres militares chilenos con los que empatizamos rápidamente y que estaban, como nosotros, de licencia en Cap Haitien. Debo reconocer que mi expectativa previa era muy pobre. Esperaba encontrar unas ruinas, unos pocos ladrillos amontonados y algo de cierta construcción vapuleada por el tiempo. Los treinta kilómetros que mediaban entre el batallón y el castillo los hicimos en un camión del ejército, por supuesto que en la parte posterior, sobre unos asientos de madera. La incomodidad hubiera sido poco comentable sino hubiera sido porque más de la mitad de esta distancia se hacía a través de una carretera que parecía haber sido asfaltada en la misma época de la construcción del castillo y nunca, pero nunca más, mantenida, era un continuo de pozos. Se dice que los vehículos actuales, cuando tienen una buena suspensión, ”copian” las irregularidades del camino. En este caso el camión era analfabeto en materia de copiado, absorbía todas las anomalías del terreno transformando la experiencia en un dudoso placer para nuestra estructura física.

Salvando este particular detalle de transporte, transcurría un día sábado después del mediodía, mucha gente a la vera del camino, muchas casas, parece que era día de lavado de ropa pues se la veía en la mayoría de las casas tendida en alambres o puestas a secar sobre arbustos o sobre los techos. La pobreza estructural de este país se hacía nuevamente evidente con cada kilómetro recorrido. En algún momento de nuestro periplo, parecía que habíamos llegado al castillo pues, además de desearlo vivamente, tenía ante mis ojos una estructura arquitectónica muy bella, sí en ruinas, pero que denotaba que había sido en un tiempo suntuosa y bastante imponente, después supe que se trataba del Palacio Real de Sans Souci, sede del gobierno de Henri Christophe.

Lamentablemente, entonces, esto no era el castillo anhelado por lo que la tortura de la travesía se prolongó. Los últimos kilómetros eran por un camino más benigno hasta que al fin llegamos a la base desde donde había que continuar el recorrido a pie. Este recorrido era de aproximadamente un kilómetro pero con una subida de 200 metros. O sea, que si subiéramos un edificio de 200 metros con escalones de 15 centímetros ello implicaría ascender por unos 1333 escalones, empresa ardua; pero aquí no había escalones sino pendientes bastante abruptas, por lo que se requería un buen estado físico y muchas ganas. También está la posibilidad de alquilar un burro o un caballo, oferta que fue desestimada por todos los integrantes del grupo porque el desafío era interesante.

A poco de caminar, y desde distintos puntos de los meandros del camino, se empieza a divisar el castillo y la magnificencia es cada vez mayor. Con la escusa de tomar fotografías y para obtener un resuello vamos haciendo algunas etapas en este denodado ascenso hasta que llegamos a la construcción propiamente dicha. Vamos acompañados por jóvenes locales que hacen de guías y van contando, en un español aprendido a fuerza de necesidad, la historia del castillo.

No es fácil describir algo grandioso, de hecho mi expectativa inicial estaba totalmente destruida, y estaba hasta quizás abrumado por lo que estaba viendo. El ala con que nos topamos en primer lugar es una inmensa pared de más de 40 metros de alto en forma de cuña con apenas una ventanuca en el tercio superior. La recorrida, que duró algo más de dos horas, era un arrebato para los sentidos, difícil de creer que algo así pudiera existir en este país pobre por antonomasia pero que demuestra, como dice la historia, un época de progreso y prosperidad, con un poderío económico lo suficientemente grande como para financiar a Simón Bolívar en los comienzos de su campaña libertadora. Cabe recordar que Haití fue el primer país de Latinoamérica y el primer país negro del mundo en independizarse, en 1804.

Los vericuetos del interior del castillo son múltiples, a cada recodo una sorpresa. Estimo que debo haber visto un centenar y medio de cañones de cuatro metros de largo y unos cuarenta centímetros de diámetro -varios de ellos montados en cureñas de madera apuntando a quién sabe quién- y miles de balas, algunas delicadamente apiladas en forma de pirámides que en algún tiempo estuvieron esperando a un enemigo potencial. Pararse en la terraza del castillo causa una sensación de vértigo marcada, no solamente porque la distancia al piso hace que las figuras de este parezcan sumamente pequeñas, sino porque, como toda fortaleza, está emplazada en un pináculo que permite avizorar desde lejos la presencia de enemigos, uno allí situado tiene una visión panorámica del entorno natural del lugar.

Fuimos los últimos en abandonar el castillo precisamente porque el cuidador ya nos estaba mirando con ojos poco amistosos. El descenso no fue precisamente fácil, pues es tan empinado que la fuerza que hay que hacer con las piernas es importante. A mitad de la bajada había un grupo interpretando una música con un ritmo monótono pero atractivo, los instrumentos eran unas cañas de unos 5 centímetros de diámetro por un metro de largo y acompañaban el viento con un palito que percutían sobre la caña.

Durante el no menos penoso viaje de vuelta paramos a tomar unas fotos en el palacio Sans Souci, pero no nos demoramos demasiado porque ya oscurecía.

Una vez concretado el regreso a nuestra morada temporaria, los glúteos, la cintura, la columna vertebral toda, los gemelos y los cuádriceps emitían lastimosos quejidos al cerebro, pero éste hacía caso omiso a estos reclamos pues los sentidos lo habían embotado con tantas escenas maravillosas.

(*) En esta página se puede descargar el libro completo: http://www.elortiba.org/bagayos2.html

Junio de 2010






Información con respecto a la adopción de niños haitianos

Estimados lectores de este blog:

Muchos me han pedido que averiguara y les transmitiera información sobre el procedimiento a seguir para poder cumplimentar la adopción de un niño en Haití.

Los informes que siguen a continuación es lo que he podido recabar, son textuales, y espero que les sean de utilidad.

Solamente les pido a aquellos que puedan concretar este acto tengan a bien remitirme una foto del bebé para documentar mi álbum de bellos recuerdos.

Mayo de 2010





Cuerpos y Almas

Mi cuerpo está cubierto con borceguíes negros, chomba verde y pantalón camuflado verde haciendo juego con la chaqueta que muestra una cruz roja en uno de los brazos como distintivo del grupo de salud. Parada frente a mí está una persona vestida con una chomba marrón, pantalones camuflados y borceguíes marrones. Se trata de un nativo de Chile cuyo atuendo es el uniforme de todos los integrantes de la misión militar chilena en Haití. Mientras nos muestran las instalaciones del Batallón Carreras instalado en Cap Haitien esta persona me es presentada por un suboficial de aquel país.

Cualquier militar responde a una presentación mencionando su rango y su apellido a continuación. Inmensa fue mi sorpresa cuando, de un esperado “mayor”, “suboficial”, “cabo primero”, etc, y sobre todo teniendo en cuenta la vestimenta, brotó de su boca la denominación “capellán” y un apellido que no recuerdo. Siempre me pareció discordante y paradójica la figura de un capellán rogando a Dios por el éxito y la vitalidad de los integrantes de su ejército y por el otro lado, o sea en las filas del ejército enemigo, otro capellán pidiendo lo mismo. En menudo compromiso lo ponen al supremo creador.

No es mi intención en estas líneas hacer una apología de los diversos errores de la religión ni discutir sobre aquellos puntos conflictivos, es más, situaciones como éstas llevan a reflexionar, inclusive a auto cuestionarse.

Esto quiere decir que en ocasiones uno acostumbra a observar y criticar, a veces no sin dureza, acciones o actitudes en el prójimo y no se detiene a evaluar críticamente las propias.

Y a resultas de algunos pensamientos brota el siguiente resultado:
El desarrollo de mi vida se ha dado en tres profesiones, bioquímico, farmacéutico y docente; las dos primeras son áreas específicas de la salud y para definirlas en algún sentido, aunque sea metafórico, el objetivo final de éstas es reacomodar o colaborar en el reacomodo de cuerpos, que por alguna causa están rotos o funcionan erráticamente, o trabajar en la prevención para evitar que lleguen a este nivel de disfunción.

Los integrantes de las fuerzas armadas persiguen objetivos exactamente opuestos a los que me planteo como miembro del equipo de salud. Por supuesto, para con el enemigo.

El sólo hecho de estar temporalmente en las filas de esta institución hace que esté involucrado plenamente en sus actividades y consignas, al punto tal que, cuando yo habitualmente hablo de ejercicio profesional en este ámbito, el término equivalente es rol de combate, aunque el mismo resulte un tanto extraño y hasta ligeramente chocante, al menos para mí. Así, el rol de combate de un cocinero es alimentar a la tropa; el del chofer, transportarla; entonces el del farmacéutico es atender el cuidado de la salud.

Planteado de esta manera el tema, estoy realizando la actividad para la que me he formado pero con una aparente o real discordancia o incongruencia con los principios filosóficos de mi persona.

Volviendo entonces al capellán, parecería que mis dudas, críticas o análisis serían tan válidos para él como para mí; o sea que si pude haber puesto en tela de juicio algunas actitudes, en esta oportunidad parecería que puedo haber perdido la autoridad moral para ello.

Habría pues una única diferencia entre ambos: mi actividad se desarrolla principalmente en los cuerpos mientras que la de este buen señor es principalmente en las almas.

Mayo de 2010